domingo, 29 de enero de 2012

IV, 2. Príncipes y estereotipos

El inerte y pobre cliché o estereotipo semántico es una forma lingüística fija que, repitiéndose de continuo —de manera que su pauloviano o canino automatismo de estímulo-respuesta es previsible en ciertos contextos—, selecciona un aspecto muy determinado de un referente y lo simplifica al máximo. El cliché esquematiza y detiene así la realidad, antes compleja y dinámica. Simplificación y repetibilidad: bien mirado, toda voz funciona como cliché que nos aprisiona y del que somos cómplices. He llamado al fenómeno síndrome lingüístico de Estocolmo.

sábado, 28 de enero de 2012

IV, 1. El síndrome lingüístico de Estocolmo

Para quienes se pasaren los eufemismos
por el arco del pensamiento libre


En El conflicto lingüístico en España (Madrid, 1998) llamé mitolingüística al conjunto de los prejuicios que mantenemos sobre la lengua, que no son pocos. Entre ellos figura uno especialmente avieso, no sólo por imperceptible, sino por las consecuencias que acarrea. Es la falsa idea de que las palabras son las cosas. Para las culturas primitivas, en el principio siempre era el verbo; nada parece haber cambiado para las actuales, excepto que no se dice. De tal idea deriva con facilidad otra: para transformar la realidad, basta con modificar las palabras. He aquí el cómodo y acomodaticio fundamento del eufemismo.

lunes, 23 de enero de 2012

I, 5. La perrera de Adonis

El almacén de mitología que constituyen las Metamorfosis de Ovidio no dejó de suministrar motivos sexuales a pintores y poetas. También otras fuentes. Luego, bastaba con encontrar la mirada oportuna. En su Arte de la pintura (1649), Francisco Pacheco relata «que un obispo de Sevilla decía misa ante El juicio final de Martín de Vos y al contemplar sus desnudos femeninos “se vio a punto de perderse”»[1].

domingo, 22 de enero de 2012

III, 2. Magias del pasado: el libro de bolsillo

Nunca se insistirá bastante. Renunciar a cultivar la curiosidad, ignorar, es abolir nuestra historia, la dimensión más paradójica de lo que somos, seres hechos de tiempo: ir, pues, aboliéndonos a nosotros, que, como afirmó Nietzsche, somos los griegos. Olvidar lo que ya fue hecho, olvidar el Nada nuevo bajo el sol bíblico, tan repetido, en español e inglés, por Borges, es una manía, una patología contemporánea —como el ser hortera es una patología estética—, un prejuicio típico de los eruditos a la violeta que pululan por eso que llaman la vida y la movida intelectual, especie cada vez más nutrida por devoradores de contracubiertas, fascículos y listas de best-sellers; especie detectada ya (nihil novum...) por Cadalso en el siglo XVIII.

sábado, 21 de enero de 2012

III, 1. Viendo volver

¿Pero qué es un siglo en estas contiendas
casi anteriores al tiempo?
Daniel Devoto


El desdibujamiento de las cosas pasadas estabiliza la realidad pretérita (es decir, la memoria), y por tanto tranquiliza mucho; en tal sentido leyó Ortega el «cualquiera tiempo pasado fue mejor» de Jorge Manrique. Sobre un aspecto social hoy objeto de muchas discusiones y atenciones, la inseguridad ciudadana, los desmemoriados son legión. No sólo aquellos que comienzan sus discursos con un «En mis tiempos...», tras lo cual elaboran un canto nostálgico de las excelencias de aquella Edad de Oro que conocieron cuando aún había ley y orden. Ninguno de estos considera que la condición básica de todo tiempo mítico es, precisamente, la absoluta falta de necesidad de las leyes.

miércoles, 18 de enero de 2012

II, 4. Duradera arbitrariedad convincente

Sea —como fue— la voz maniquete: 1. Mitón que cubre desde medio brazo hasta la mitad de los dedos / 2. Utensilio usado comúnmente por los artesanos alfareros del siglo XVIII / 3. Roquete, baldaque / 4. Manija / 5. Bozal para el perro de caza. Nótese que los jugadores tratamos aquí de despistar mediante la selección de mitón, roquete, baldaque o manija. Son palabras que suenan tan antiguas como maniquete, cuyo sufijo –ete es tan poco frecuente en el español actual que aparece ante la intuición lingüística de los jugadores-hablantes como arcaísmo. A lo que responde también el sintagma «artesanos alfareros del siglo XVIII», que es más de enciclopedia que de diccionario. Sigamos jugando: vote el lector de estas líneas la acepción que le parezca verdadera, y compruébela luego en el diccionario. ¿Por qué se le figuró auténtica la que era ficticia?
A nosotros nos pasó algo parecido.

lunes, 16 de enero de 2012

II, 3. Memoria, retórica y verosimilitud

Parece, pues, que ante palabras especialmente extrañas, cuya estructura asocia la memoria a ámbitos exóticos y a vegetales, la ilusión lingüística y la imaginación acentúan cierto sentido de motivación del signo. ¿Por qué, con otro caso real, la palabra sarandí, ‘arbusto de la familia de las euforbiáceas, de ramas largas y flexibles’, concitó el acuerdo mayoritario en torno al significado de ‘traje’ o ‘tela’?: 1. Tela plateada / 2. Aparato para medir y cortar telas / 3. Traje usado por las tribus de Mugalia / 4. Antiguamente, judío encargado de cobrar impuestos.

domingo, 15 de enero de 2012

II, 2. ¿Arbitrariedad motivada?

Ferdinand de Saussure fue uno de aquellos conspiradores que, desde 1291, adoptaron «la extraña resolución de ser razonables»[1]. Quiero decir que fue suizo. Su Curso (1915) genera en el lector el placer que producen las construcciones intelectuales precisas, no menos que el asombro de todo lo que es inicio de algo, pues no en vano la lingüística del siglo XX es una larga glosa a Saussure.

sábado, 14 de enero de 2012

II, 1. Lingüística y filosofía, o el juego del diccionario

La actividad lúdica es una de las más nobles que haya ideado el ser humano. Lejos de constituir una pérdida de tiempo, jugar es reservar una fracción de vida a la imaginación y la poesía: a la creación. Juego, teatro, literatura se asemejan además en que no satisfacen necesidades elementales, sino otras más plenas, completas y complejas. Son, en efecto, artículos de lujo. ¡Y cuán necesario y humanizador es el lujo!

lunes, 9 de enero de 2012

I, 4. Lluvia de oro, lluvia de perros

«Era hijo de Júpiter Perseo, a quien había concebido Dánae de lluvia de oro» (Metamorfosis, IV, 611)[1]. La brevísima mención convierte a Dánae en un personaje muy secundario en la Biblia de los poetas ovidiana, pero en ella se fijaron artistas como Rembrandt[2]. Ni en la Dánae (1636) de éste, ni en Higinio, fáb. 63, u Ovidio se oye ladrar a ningún perro. Así que Tiziano había estado al quite cuando lo añadió a su Dánae recibiendo la lluvia de oro, 1553 (Madrid, Museo Nacional del Prado). 

domingo, 8 de enero de 2012

I, 3. Courbet mirando a Tiziano

Quedamos más o menos en que el cazador (sea quien sea: un narrador o un pintor lo fueran) se disfraza de perrito para cobrar una liebre. Por lo que llevamos averiguado, digamos entonces que como subtítulo del óleo de Courbet, el pintor, bien valdría el verso de Juan Ruiz, el narrador: «Un perrillo blanchete con su señora jugava». Y jugueteando, ante ella se empinaba: «en pino se tenía».

sábado, 7 de enero de 2012

I, 2. Perro ladrador, gran simbolizador

Quizá sea que de forma instantánea asociamos al significante perro el significado simbólico ‘fidelidad’. Un personaje de Espinel (I, 14) afirma que «son las calidades de los perros y las excelencias que hay en ellos muy dignas de admiración»: «¡Qué fidelidad! ¡Qué amor! ¡Qué conocimiento!». A lo que Obregón añade que «tienen dos admirables virtudes», «que si los hombres las tuviesen tan sentadas en el alma como ellos en su natural inclinación, vivirían en perpetua paz: que son humildad y agradecimiento»[1].

viernes, 6 de enero de 2012

I, 1. A su can se acerca una muchacha

Los senos apuntando al escondite de su sexo; el brazo derecho descansado en el muslo; el izquierdo, sosteniendo a su perrito de compañía. Ajena a nuestra observación, la mujer que completamente desnuda se ha sentado, sobre improvisado trozo de tela, en el suelo de un apartado lugar, fuerza la postura para aproximar su boca a la del perrillo. Éste, erguido sobre las patas traseras y apoyando las delanteras en la rodilla izquierda de la joven, la mira expectante. Lo acuoso del terreno que toca el pie derecho de la protagonista, fluye hasta desembocar en el paisaje acuático del fondo, cuyas leves ondas apenas se insinúan.