Hay gentes que
creen que el Director de la Academia Española es el Presidente de la Academia
de la Lengua. Y van y lo llaman así. Equivocándose, comportamiento muy habitual.
Es que no faltan los errados en esto de la Academia. Y en su Diccionario: muchos de sus adeptos opinan
que el DRAE tiene que atrapar
palabras bonitas no más, definidas para dibujar un mundo la mar de cómodo,
feliz y sin sobresaltos.
domingo, 25 de enero de 2015
miércoles, 21 de enero de 2015
IX, 23. Esas serpientes
Cuando no es por la manía rural o nacionalista, esa que transforma en
proyectiles las piedras que alzaron las lindes de unos terruños, ¿por qué causas
seguiremos matándonos? Incluso «en pleno siglo XXI», si lo digo tirando de esa tan
ingenua coletilla que enseguida brota en los labios de los practicantes de la
superstición del progreso. Uno da vueltas al asunto y acaba concluyendo lo
de quienes acatan esa y las demás supersticiones: que por los
símbolos. Lo mismo da: una Palabra revelada que llega desde el cielo, bajo el
paracaídas cosido por algún dios intacto e invisible sin remedio; una bandera, una
viñeta, un mito fundacional, una ficción relatada como los dioses mandan. En ARAS de sintetizar, y poniéndome jungiano, un
universal.
lunes, 5 de enero de 2015
VII, 12. Góngora si ya no lejano tampoco solo
Mi
buen amigo Jesús Ponce Cárdenas, poeta y filólogo excelente, me regalaba hace poco un ejemplar de su Desviada luz. Antología gongorina para el siglo XXI (Madrid,
Fragua-Delirio, 2014). Fue durante el último de mis pasos efímeros y errantes
por Madrid, la ciudad que mi DNI tendrá siempre por natal, y de la que pudiera
quizá decir lo que Castro: «Mi pena y mi lugar, de extranjería / regresa Luis
de Góngora a tu planta», «Quién canta. / Música, luz, color: Córdoba mía». O,
tirando de fusión
mítica, no sé si como otro buen amigo y filólogo cordobés aquí antologado,
algo así: «Caminas lentamente por las calles / cortas y estrechas, cual venas y
nervios, / de una ciudad que habita en tu cuerpo» (Matas Caballero).