En
el origen de la intriga, la ignorancia. Por eso, dadas mis múltiples lagunas —que
van de la Física a la Teología—, me desconcierta aquella anécdota de Einstein y
«el más íntimo de sus amigos», el científico Michele Besso, que «al final de su
vida se mostró preocupado cada vez con más intensidad por la filosofía, la
literatura, todo aquello que teje el significado de la existencia humana», y
por eso inquirió sin descanso a Einstein sobre la irreversibilidad, asunto que éste
zanjó afirmando que «la irreversibilidad no es más que una ilusión, suscitada
por condiciones iniciales improbables». Más intrigante me resulta desde siempre
—¿desde siempre?— otra de sus observaciones,
redactada con motivo de la muerte de Besso: «Para
nosotros, físicos convencidos, la diferencia entre pasado y futuro no es más
que una ilusión, aunque sea tenaz» (C. Mataix, «Ilya Prigogine: tan
sólo una ilusión», A Parte Rei. Revista de Filosofía, 28
[2003], pp. 1-5).