Concluimos en que cuanto más larga sea, la cadena verbal precisará y matizará más. Supongamos un bonobús lingüístico en que cada una de sus diez celdillas tuviera escrita una palabra:
1. EH
2. TÚ
3. INÉS
4. RECUÉRDAME
5. HOY
6. COMPRAR
7. BONOBUSES
8. MUNICIPALES
9. MAÑANA
10. LUNES
Este bonobús lingüístico cerca con precisión su sentido. Un emisor indica a un receptor muy concreto (solo aquél llamado Inés), que le recuerde que debe comprar bonobuses del Ayuntamiento (no de una compañía privada de transportes) el día siguiente al de emisión del mensaje: de entre los siete de la semana, el lunes, lo cual implica que el mensaje se está formulando en domingo.
Ahora, empecemos a viajar. Cada vez que se utiliza el bonobús, una de las celdillas se pierde. El significado de la frase va cambiando y haciéndose más impreciso y conciso: 1. eh // 2. tú // 3. inés // 4. recuérdame // 5. hoy // 6. comprar // 7. bonobuses // 8. municipales // 9. mañana. El mensaje cerca prácticamente el mismo significado, pero la referencia temporal se ha difuminado: ya no sabemos qué día es mañana, ni, por tanto, el discurso implica el momento en que se emite el mensaje. La referencia temporal se pierde completa tras el segundo viaje: 1. eh // 2. tú // 3. inés // 4. recuérdame // 5. hoy // 6. comprar // 7. bonobuses // 8. municipales. Ese ahora muy vago hoy puede referirse tanto al momento en que debe recordarse la acción de comprar, como al instante en que se adquirirán los bonobuses. Con una celdilla menos, desconocemos además en qué viajarán el hablante y la tal Inés: ¿En un autobús público o en el de una empresa privada?: 1. eh // 2. tú // 3. inés // 4. recuérdame // 5. hoy // 6. comprar // 7. bonobuses.
La pérdida de una nueva casilla supone la desaparición del complemento directo de comprar, verbo que se convierte en intransitivo. El experimento sirve además para comprobar que este carácter de los verbos depende del contexto en que se hallen, más que de una ahistórica regla gramatical: 1. eh // 2. tú // 3. inés // 4. recuérdame // 5. hoy // 6. comprar. ¿Pide el emisor a Inés que le recuerde «hacer la compra»? ¿O se trata de adquirir algo que solo el emisor y el receptor conocen? Hagamos aún más conciso el mensaje, reduciéndolo a la mitad de elementos lingüísticos; la imprecisión aumenta y la frase resulta más ambigua: 1. eh // 2. tú // 3. inés // 4. recuérdame // 5. hoy. El pronombre me, hasta ahora objeto indirecto, se transforma en complemento directo del verbo recordar. El emisor pide a Inés que le recuerde nada más que a él: ¿es un mensaje sentimental? ¿Está el emisor apenado? ¿Le embarga la nostalgia? El comercio anterior parece ahora comercio de amor: de la economía hemos pasado a la lírica. Como el vallado del campo semántico va quedando bastante deteriorado, da la impresión de que el terreno cercado es otro.
La concisión de cuatro elementos lingüísticos (frente a los diez iniciales) reduce a cero la determinación temporal: 1. eh // 2. tú // 3. inés // 4. recuérdame. La petición de recuerdo se extiende no solo al día de hoy (del que, por otra parte, desconocíamos ya a qué séptima parte de la semana se refería), sino a un presente eterno: no te olvides nunca de mí. El caso comienza a ser desesperado. 1. eh // 2. tú // 3. inés, con el bonobús lingüístico prácticamente acabado, es ya apenas un grito, una mezcla de exclamación y vocativo. El emisor llama al receptor, pero ¿para qué? En un discurso escrito, además, desconocemos el tono en que se ha dirigido a ¿doña? Inés.
1. eh // 2. tú. Antes, el receptor era nombrado con cierta precisión: no más aquellas mujeres que hubieran sido registradas civilmente como Inés; ahora, mujeres y hombres del universo mundo que oigan esa invocación volverán la cabeza: ¿qué tripa se le ha roto a este emisor? ¿Llama u ordena? En todo caso, ¿por qué es tan maleducado? Nótese, de pasada, que los mensajes lingüísticos serán tenidos por más agrestes cuanto más reducidos sean: Ese hombre negro pierde los matices racistas que pudiera exhibir el sintagma Ese negro.
El último bono es bien conciso, poco profuso, pero sumamente difuso y confuso. El mensaje está casi completamente evaporado: 1. eh. Una exclamación. La llamada al receptor es universal: a todas las Inés, pero también a todos, hombres y mujeres, niños y ancianos, personas y animales, casas, cosas, cosos y coches. El cercado semántico está abierto casi por completo. ¿Quién le pondrá puertas al campo? Habiendo apenas palabras, la precisión se ha reducido casi del todo, lo cual pone de manifiesto que catalogamos la vida gracias al verbo. ¿Y si careciéramos, pues, de bonobuses lingüísticos?
Entonces el silencio, tan elocuente...
a veces el silencio es mejor que las palabras...al menos yo lo prefiero.
ResponderEliminar"Procura que tus palabras mejoren el silencio", leí una vez a la entrada de un garito. Te impresionaba hasta pedir una cerveza...
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