domingo, 19 de mayo de 2013

III, 29. Heraldo de la primavera

La golondrina, ave-nuncio por excelencia; alado anuncio. Decíamos ayer. De un tal Simónides de Ceos, signo de la historia de la poesía o —tanto monta y tanto da— cantor griego nacido parece que allá por el 556 a. C., trae la Antología de García Gual este regalo:

Ilustre heraldo
de la perfumada primavera,
oscura golondrina.

Incluso en la traición de la traducción, sobrecoge este bellísimo o conciso poema. Que atiende a ese valor de signo conquistado por la golondrina. Ya no simplemente un pájaro que vuela, asunto de la zoología o, no sé, de la creativa gastronomía. Es que el Espíritu lo ha transformado en un signo con alas. Asunto de la poesía, más allá de la corriente del tiempo. Un signo en que las gentes del campo leían el fin del infierno invernal. Es otra vieja tradición: la naturaleza, un libro en que aprender a descifrar los signos esparcidos por ella. De donde el mundo, una biblioteca. Fingiendo como que el cosmos contara con un orden. Será por optimismo…
Simónides contempla a la golondrina como signo del cambio, casi como metáfora de la prometedora sucesión cíclica del aro que es el año. Porque es de saber que el annus es un anillo: un círculo. Y el círculo, la perfección. Así vio también a la golondrina el poeta popular coetáneo de Simónides. Y, como me sugiere en atinado comentario mi amigo José María, Vicente Huidobro en Altazor (1919):

Ya viene la golondrina monotémpora
Trae un acento antípoda de lejanías que se acercan
Viene gondoleando la golondrina (Canto IV, 159-161)

Signo y símbolo del monotiempo que importa: indicio natural en la realidad, en la res, construcción abstracta en la poesía, en las verba (según la vieja o vigente dicotomía del Ars poetica horaciana), la golondrina queda en ambos casos indisolublemente ligada a la primavera. A su llegada. Pero el fino sentido estilístico de Simónides matiza esta ligazón por medio de dos adjetivos opuestos en el lexicón que todo poema crea: ese diccionario particular del cantor según el cual la primavera es perfumada, oscura la golondrina… Simónides preludiando a Bécquer. O Bécquer hablando el idioma del Espíritu por boca de ganso. Otro pájaro.
Es oscura la golondrina. Un epíteto aludido en la canción popular griega, que describía con realismo al pájaro: «y por el lomo negra». De entre las alas del ave que la anuncia, la primavera surge radiante y limpia, en una imagen total arrastrada por un solo adjetivo: perfumada. ¡Qué bien huele la primavera cuando escuchamos a Simónides! O, en virtud del Espíritu unificador, a Huidobro: «Las abejas que llevan la semilla en su interior / Y van más perfumadas que pañuelos de narices / Aunque no son pájaros» (Altazor, Canto IV, 150-152).
Aunque sí es pájaro, la golondrina se presenta —por oscura— lejana, desconocida, amenazante, como ya se vio que lo era. En su ir y venir misterioso, hay un no sé qué de temible y terrible inestabilidad; hay, por la cosa de precisar, una imprecisa confirmación de lo mudable de la vida, tan ajena siempre al monotiempo. La golondrina como llegó regresa.
Mas un día, ay, no volverá...

1 comentario:

  1. José María P.H.20 de mayo de 2013, 20:53

    Todo muta y nada es eterno. Hay un momento en que ese Espíritu alado se va, y con él, el tiempo jovial y festivo. Por eso Alfonsina Storni quiere irse con esas "pobres golondrinas" en busca de "la eterna primavera, la fuente del amor" y suplica:"!Llevadme golondrinas!!Llevadme!!No temáis!". Esas golondrinas "con alas de luto" no volverán porque ya no vuelan y no encuentran refugio: la juventud y la alegría desaparecen y se presagia una despedida sin retorno.
    Sam Peckinpah en su excelente película Grupo Salvaje despide a los protagonistas, unos veteranos forajidos desengañados y conscientes de un inmediato final, con una canción mexicana, La Golondrina, que, por fortuna, aquí no la puedo cantar, pero sí contar:

    A dónde irá
    veloz y fatigada
    la golondrina
    que de aquí se va,
    buscando abrigo
    y no lo encontrará,
    oh, cielo santo,
    y sin poder volar.

    Junto a mi lecho
    le pondría yo su nido
    en donde pueda
    la estación pasar,
    también yo estoy
    en la región perdida,
    oh, cielo santo,
    y sin poder volar.

    Los bandidos saben, en contra de la poetisa argentina, que la golondrina con ala quebrada y espíritu roto no los llevarán a la lozanía, a lo luminoso. Están en el oeste, en la frontera;en el crepúsculo.
    Tus espléndidos artículos son tan incitantes, por no decir excitantes, que impiden la brevedad de un simple comentario.

    (La escena de la canción se pude ver en You Tube anotando en el cuadrito de búsqueda las palabras La golondrina grupo salvaje).

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