Se veía venir. El licenciado Peralta no cree al
alférez Campuzano cuando este afirma que ha oído conversar
a dos perros. Eso no cabe en cabeza humana, ni las leyes naturales permiten
que suceda tal hecho extraordinario. El alférez tenía prevista la reacción de
su interlocutor. De modo que Campuzano añade tres nuevos factores que reducen,
o relativizan, la distancia insalvable que la naturaleza y la imaginación fijan
entre lo ordinario y lo extraordinario. Vamos: que la verdad y la mentira no
dibujan un simple triángulo (naturaleza — imaginación o software mental — hecho), sino un poliedro. O en forma menos
geométrica: los límites entre verdad y mentira se tornan difusos si se les
aplican esos tres factores de corrección, o alguno de ellos. A saber:
sábado, 26 de octubre de 2013
sábado, 19 de octubre de 2013
IX, 16. De los límites para la verdad
Como otro cualquiera en la época que sea, Cervantes
fue un hombre de su tiempo. Digo: apenas traspasó alguna de las líneas rojas
trazadas entonces. Si para nosotros es la democrática, abriéndose el XVII la
principal línea roja seguía siendo la teológica. Pocos discuten hoy, al menos
en público, principios como una persona
mayor de edad, un voto. Todo lo más, con asomo de condescendencia se aprecian
provocaciones como la de Borges: «la
democracia, ese curioso abuso de la estadística». Ya se sabe: cosas de escritores
desocupados, inteligentes o irónicos. En 1613, casi nadie pondría en solfa la idea
de que, situado por sobre el mundo terrenal, regía otro metafísico. Hábitat o
ecosistema de la divinidad. Cervantes —el contrarreformista Cervantes— tampoco.
miércoles, 16 de octubre de 2013
IX, 15. De la obligación de dudar
Entre
los principios tan seguros como esclerotizados del catecismo decimonónico del
padre Ripalda periodístico sigue figurando, y repitiéndose, aquel de que los
hechos son sagrados y las opiniones son libres. A pesar de su mezcla
sacroprofana (o quizá por eso), el axioma desprende un tufillo clerical que
echa para atrás. Y se funda en dos arcaicos espejismos: que los hechos —que el
catecismo suele confundir con las noticias— resultan entes uniformes,
monolíticos y monológicos, susceptibles de ser narrados linealmente y como
verdad de la buena, con estructura piramidal invertida,
escalera de cinco o seis W y
todo; y que una opinión no está sujeta a los dictámenes de la línea editorial,
a su vez trazada por la secta política de que derive, y por los anunciantes y
subvencionadores. Que pagan. Demasiada complejidad como para que el catecismo
periodístico —surgido en el XIX, como casi todo nuestro veraz y voraz mundo del
siglo XXI— no haya entrado en crisis. Pero que en barrena.
martes, 8 de octubre de 2013
II, 10. El cementerio de texto
El
día después, albricias, de que el tedioso y odioso calendario te obsequiara, en paradójica
gracieta, con otro año. Te pegas el enésimo madrugón de tu vida laboral. Dispuesto,
no faltaba más, a cumplir con la misión. Séase: contribuir, desde humilde aula,
a eso que el buen pueblo llama la culturización.
Cualquiera que fueren los significados de tales palabros, culturización y pueblo, ya
hubo quienes sostuvieron sin pestañear que molaban mazo: la culturización y el
pueblo, digo. Serían los
expertos; gentes que, por la manía de distinguirse de los subordinados, en
sus lustrosos informes van ya por la aculturación: que
comentar la factura del teléfono también es cultura, coño. A lo que iba:
agarras, vas, te levantas, enciendes el periódico y constatas que la Prensa es
que no para: otro aluvión de noticiones. A cuál peor. El de hoy: que es que no
nos enteramos.
miércoles, 2 de octubre de 2013
III, 41. Otra «nibola», 9. El género
La nibola, una
nivola de bufón, había asentado
Francesillo de Azcoitia. Enseguida recordó José María, que era un memorión, que
a Unamuno se le había puesto en los mismísimos llamar nivola a Niebla: «mi
diabólica invención de la nivola». Después
los historiadores de la literatura, en su mucho repetir sin pensar, que es que no les
da tiempo, habían pegado la etiqueta en sus manuales. ¡Ah, los historiadores! Los
había que se comportaban como reponedores de supermercado. Revisaban las
páginas preceptivas y clasificatorias, cual estanterías de los productos narrativos,
y comprobaban que el género estuviera justo en su sitio: novela griega, novela
de caballerías, novela pastoril, novela picaresca, novela cortesana, novela
realista… Y nivola unamuniana. Ahí, serios y cabales, en plan mecánico o académico,
reponiendo género. Literario.
martes, 1 de octubre de 2013
X, 10. Índices, 19-21 (julio-septiembre 2013)
Confirma
el contador, con su algo más de 12200
visitas en estos veintiún meses, el lema juanramoniano de Literaventuras: «A la minoría siempre». Encantado
de charlar con quienes, salvando geografías, se acercaron por aquí procedentes de
cincuenta y nueve países[1].