I
más de más i. Vale. Que investigan unos pocos, innovan unos cuantos y todos los
demás desarrollamos. En modo Vicente,
que es comportamiento digno de estudio de caso en las escuelas de negocios y
hasta en los negocios de las escuelas: «¿Dónde va Vicente? Donde va la gente». Especie
imitativa resulta la nuestra. Que es, a ver si me entienden, lo que venía a
decir.
No
sé: que se pone de moda aferrarse al cargo, pues aquí no deja nadie un sillón
vacío; que empieza aquel señor a dimitir y este otro a abdicar, pues venga: a
aplicar el modo Vicente con el resultado de dimisiones en cadena, día sí día
también, que no va a quedar un aforado a quien echarle la culpa de algo. Y todo
por este afán de imitar que caracteriza al mono
sapiens.
Disciplina
hay de luenga carrera que tiene desde hace siglos estudiados, y dejados muy
bien dichos y explicados, los vericuetos por los que se conduce el modo Vicente
en la comunicación. Habrán supuesto ya que me refiero a la Retórica. No hay
modelo, paradigma, construcción, cosa, que se les haya escapado a los retóricos
en esto del decir repitiendo. Del imaginar y componer mensajes igualicos
igualicos que los de nuestros tatarabuelos. Ah, la Retórica: esa ciencia
predictiva.
Me
pido ahora un par de párrafos, o los que salieren, de retórico aficionado. Voy
a describir ese hecho tan de moda de titular muchas pelis actuales con un
sintagma formulado así: S + Adj. –al
O
sea —si no sigo la moda estructural-funcionalista de complicar la vida hasta al
apuntador—, un sustantivo seguido de un adjetivo terminado en –al. Compruébese (que diría un viejo
retórico): Testigo accidental, Soldado universal, Desafío total, Arma letal,
Reto final. Esta repetida
construcción sintáctica arroja casos, tras el trabajo de campo (que diría un
postmodernísimo sociólogo), que avisan al futuro espectador de que la película
pertenece a uno de estos géneros: el de terror, el de polis, la ciencia ficción
o el thriller que, basado en una
intriga policiaca, el asesinato en serie o el erotismo, aprovecha las
posibilidades de representación dramática que brindan los juicios orales
norteamericanos. Asociados, en plan efecto de Pavlov, el sintagma y el género
cinematográfico, aquel no solo titula la peli en cuestión, sino que predice su forma
genérica y, por tanto, su contenido. Lo dicho: la Retórica tiene poderes
visionarios. Asentados precisamente en la repetición connatural al modo Vicente.
Los
adjetivos de estos títulos suelen ofrecer su ración de connotaciones negativas, que ya se sabe que al cine se va para sufrir, como fatal (Abrazo fatal, Error fatal,
Imagen fatal) o infernal (Acoso infernal,
Fortaleza infernal, Posesión infernal). Otros se refieren a
lo jurídico y policial; adjetivos de orden ellos (que diría un retórico tradicional
y tradicionalista): Combate legal, Justicia criminal, Acción judicial, Procedimiento
ilegal, Angustia criminal. De
todos, el más repetido me parece que es mortal:
Aguja mortal, Apuesta mortal, Cumpleaños
mortal, Diagnóstico mortal, Fotografía mortal, Línea mortal, Magnetismo
mortal, Teléfono mortal. Menudos
tragos. Anda, que si no fuera por las palomitas y la mirinda…
Ejemplo
final. Leo en una reseña que Belleza
mortal es una comedia: la repetición produce cansancio y este provoca la parodia
o, como aquí, la reconducción de lo previsible hacia otro género
imprevisto. Como ley de comportamiento comunicativo que es, también esta última
queda sujeta, con un poquitín de suerte y unos adeptos militantes, a la reiteración total.
Efecto es del modo Vicente.
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