El
blog sufre rachas —curiosa palabra, que ahora quiero creer hermana de razia— de inactividad. Suelen coincidir
con la hiperactividad del bloguero en otros ámbitos, por otras nubes, en lares
más o menos ajenos o alejados. Al regreso, como que ha crecido el cansancio y se
ha perdido entrenamiento. Y en estas, una estudiante griega de hace unas
promociones, Athiná, me escribe para que le envíe algún poema mío. Goza Athiná de
esa exquisita intuición que brota de la peregrina mixtura de sensibilidad e inteligencia.
Cómo no va a llamarse Atenea. ¿Y por qué supones que alguna vez compuse poesía?,
le pregunto. Da lo mismo: lo sabe.