Dadme un punto de apoyo y moveré un estadio. O
mejor: un mundo de magia, música y misterio. Buceando en el piélago insondable
de la paronomasia, sé que ya te han dicho, Yelena, Garcilaso
(«En tanto que de rusa y azucena») y Quevedo
(«relámpagos de rusa carmesíes»). Qué añadiré.
Que me cobijen
al menos Quevedo y Garcilaso para que mi mano huya de la prosa burocrática y espesa del Premio Príncipe de Asturias de los Deportes
2009, al que le concedieron una Yelena Isinbayeva. ¿Pero
cómo se puede escribir, o aunque sólo sea redactar, una línea sobre esta mujer
sin molestarse en buscar la justicia poética que merecen su cortar el aire, su
vuelo? ¿Qué de la eficacia elegante, olímpica y aérea de esta atleta que tanto elevó
el listón del arte efímero e intenso? ¿Puede, por muy funcional o funcionarial
que sea, despeñarse un acta por el barranco de la crónica cansina y desmayada?
¿Tal amontonamiento de miembros del jurado, que pudieran casi llenar un estadio,
para provocar estos dos párrafos?:
Yelena
Isinbayeva ha mejorado en veintisiete ocasiones el récord del mundo en salto
con pértiga, la última de ellas en la reciente competición en Zurich, en donde
mostró espíritu de superación encomiable, puesto que logró su nueva marca
después de haber sufrido la decepción de no ganar el campeonato del mundo
disputado en Berlín.
Yelena Isinbayeva ha sido dos veces campeona olímpica y en varias
ocasiones campeona mundial y europea, tanto al aire libre como en pista
cubierta. También ha sido distinguida en 2004 y 2005 como mejor atleta mundial
del año. Estos logros la han convertido en la mejor deportista de todos los
tiempos en su disciplina.
Una prosa de prisas, muy por debajo de los cinco cero cuatro metros
sobre el nivel de la mediocridad que legó Isinbayeva. ¿«Puesto que»? ¿«Tanto al
como en»? ¡Ah de la vida!, qué cochambre. ¡Cómo precisa del auxilio y el oxígeno
de la poesía! O sea quizá de la poesía visual de esos dos momentos sublimes,
separados por una olimpiada —mínima medida del calendario griego de la
eternidad— que anudan en la memoria Atenas 2004 y Pekín 2008. Yelena Isinbayeva: dadme
un punto de apoyo y detendré el cosmos.
Brotando
del absurdo mineral de lo cotidiano, ese rígido plan de privación y esfuerzo, de
entrenamiento y mecánico trabajo, Isinbayeva, manos tiznadas por el hollín de
la vida o el carbón del aburrimiento, mas mirada bellísima, cruzada de mar y de
cielo, y cuerpo de ondas que moldearon dedos alados de dioses que poco después
se exiliaron, a quienes ahora musical mensaje musita Yelena, con movimiento de
labios que se hermanan con la noche condecorada de estrellas, y la besan, ahora,
sí, segundo que derrota a los cronómetros, que se prolonga sin fin, antes de acompasarse
veloz con el viento, Isinbayeva, zarina de los palacios de la perfección, amazona
no mutilada de lanza enhiesta mas cimbreante, danzarina de carrera espléndida, medida,
justa, alejandrino majestuoso y exacto de pies y pasos, arte eterno —sólo aquel
que sabio o natural oculta a la técnica—, para saltar, miradla, hacia el Olimpo
del que apenas ayer descendió, Yelena, apoyándose en la palanca que mueve al
mundo, parándolo imperial un instante tan efímero como eterno, fijando todas
las miradas mortales en el listón burlado, sobre el que dibuja, Isinbayeva, consigo
misma una curva de anatomía ingrávida e inversa, Yelena, que cruza, cabeza
abajo pero erguida de dignidad olímpica, el ya envejecido límite, superando los
límites y la idea de límite, mientras grita su éxtasis sublime de victoria, Isinbayeva,
sobre las leyes más grises de la física posible.
Sí,
en tanto que de rosa y azucena, domando
la flexible y pesada pértiga a voluntad poética, what do you see?, relámpagos de risa carmesíes.
Espléndida y excelente evocación de Isinbayeba, gacela presente en mis sueños. Según creo, por no hacer mudanza a su costumbre, ha dicho que volverá a participar en lo juegos de Río. Yo, prendido y prendado por ella, espero contemplarla de nuevo. Y el tiempo dejará paso a mi fantasía.
ResponderEliminarUn abrazo.