En lo que
Herrera, comentando el I de Garcilaso, llamó «perpetuo i pequeño espacio» del
soneto (Anotaciones, p. 268), es
teóricamente posible injertar un mínimo de doce nombres de urbes y obras
arquitectónicas destruidas por la violencia humana o por el tiempo. Lo prueba la
tabla clasificatoria de las
dos jornadas de la liga de los reductores de ruinas en
miniantologías, que arroja los siguientes resultados:
Ruinas
|
Cetina, Vandalio
(antes de 1557)
|
Aguilar,
Sombra
(1592)
|
Arguijo,
Argío
(antes de 1597)
|
Tassis, Villamediana
(h. 1605-1611)
|
Roma
|
cuarteto 1
|
——
|
——
|
——
|
Sagunto
|
cuarteto 2
|
cuarteto 2
|
cuarteto 1
|
|
Troya
|
cuarteto 1
|
——
|
cuarteto 1
|
|
Numancia
|
cuarteto 1
|
cuarteto 1
|
——
|
|
Cartago
|
cuarteto 2
|
cuarteto 1
|
cuarteto 1
|
|
Jerusalén
|
——
|
——
|
——
|
|
Belgrado
|
——
|
——
|
——
|
|
Rodas
|
——
|
——
|
——
|
|
Bizancio
|
——
|
——
|
——
|
|
Babilonia
|
——
|
terceto 2
|
——
|
——
|
Templo de Éfeso
|
——
|
——
|
cuarteto 1
|
——
|
[Madrid]
|
——
|
——
|
——
|
terceto 1
|
Esta
clasificación permite, en efecto, obtener un modelo teórico de soneto con
colección de ruinas. Siendo 1 su representación, si dividimos el número de menciones
desplegadas por cada poeta participante entre esas 12 y llamamos proximidad al resultado, concluiremos
que Cetina
obtiene la máxima cercanía al modelo teórico: una proximidad de
0,75. Durante el medio siglo de duración de la liga, nadie fue más capaz que él
de acercarse tanto. Al contrario, todos fueron alejándose del récord:
Cetina
|
Aguilar
|
Arguijo
|
Villamediana
|
|
PROXIMIDAD
|
0,75
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0,41
|
0,33
|
0,33
|
Midamos ahora
el espacio ocupado por las ruinas en el perpetuo
y pequeño disponible del soneto, que, representado de nuevo por 1, suma 0,57 en los cuartetos y 0,43 en los tercetos, de acuerdo con la conocida ecuación que reza soneto = (0,285 x 2) + (0,215 x 2). Llamemos al resultado concentración, máxima si mide 0,215 y mínima si da 1:
Cetina
|
Villamediana
|
Arguijo
|
Aguilar
|
|
CONCENTRACIÓN
|
0,285
|
0,500
|
0,570
|
0,785
|
Reuniendo
todas sus menciones en el primer cuarteto, de nuevo Cetina sale vencedor. Farolillo rojo, que no Sombra, es aquí Aguilar, con su máxima
dispersión de referencias. En el centro de la clasificación, Arguijo y
Villamediana son equiparables, como ya lo eran por las dos coincidencias detectadas
en sus sonetos.
Indican la
clasificación y sus medidas que, según corre el tiempo, los poetas disminuyeron
la concentración y la proximidad: dos modos de innovar. Se fueron
alejando, pues, del modelo teórico, que así iba él mismo convirtiéndose
en una ruina textual. Pero como, aunque teórico, es dependiente del
tiempo, fue completándose, pasando de una dimensión de nueve ruinas (la marca
de Vandalio) a otra final de doce. Es
que cada poeta sucesivo adicionó un nuevo resto arqueológico —expresión con su
no sé qué de paradójica—, hasta llegar al Villamediana que, al mencionar a
Madrid dentro del habitual esquema bitemático, sugirió que sería futura ruina.
Pongámonos
ahora cubistas y examinemos la clasificación desde otra perspectiva. Sagunto y
Cartago —y en menor medida Troya y Numancia— constituyen el mínimo común
denominador de los cuatro sonetos de la liga. A los cartagineses que
destruyeron Sagunto en 218 a. C., durante la primera guerra púnica, sucedieron los
romanos, que le cogieron el gusto a esto de asolar, tanto en Hispania
(Numancia, 133 a. C.) como en África (Cartago, 146 a. C.). Esta postrer
destrucción cerró la segunda guerra púnica y resultó en la hegemonía romana sobre
el Mediterráneo. Tales eventos son puntos que une con línea más o menos gruesa
el relato del historiador, geómetra del tiempo. Sobre sus figuras alzan luego los
ideólogos los espejos de la simetría —que postula la invariancia—, desde la inconfesable
suposición de que la Historia no puede ser sino purita matemática, o sea,
repetición: el
soneto XXXIII de Garcilaso, por ejemplo, muestra la
convicción de que el nuevo Imperio español heredero era del romano. Como prueba
de tal simetría funciona el que Carlos V hubiera asolado Roma en 1527, según
ésta había hecho con Cartago casi diecisiete siglos antes. Que la confección de
acontecimientos simétricos es, como la venganza, lenta, pero segura: el cetro y
centro del mundo pasaban de una península a otra del Mediterráneo. Siempre, eso
sí, hacia el oeste. Otro temazo: rotando y trasladándose, la Historia universal
resulta vicaria del Sol.
Los tres hilos
conductores del mínimo común denominador de la liga microantológica (1: Troya à [Roma] / Cartago; 2: Sagunto-[Roma] /
Cartago; 3: Numancia / [Roma]) sitúan a las dos antiguas —viejas no, redivivas—
urbes de Hispania derruidas, en una concreta ideología de los siglos XVI y XVII,
la del localismo como augurio del incipiente nacionalismo. Frente al poder
avasallador de los imperios, la resistencia de Sagunto ante Cartago y, ochenta
años después, la de Numancia ante Roma —a la que Cervantes acababa de dedicar
su tragedia La destrucción de Numancia
(h. 1580-1585)—, constituyen el punto de unión de esta liga ganada por uno del
Betis y disputada por los sevillanos Vandalio
y Argío, el valenciano Sombra y un madrileño, Villamediana, al que,
atento siempre a su real gana, le dio por nacer en Lisboa.
Un mapa, si incompleto,
de la España peninsular de entonces.
En la serie de los sonetos de ruinas deudores (directa o indirectamente) del "Superbi colli" de Castiglione se jugaba otra liga cuyo trofeo se decidía en las jornadas finales; me refiero a los tercetos, o dondequiera que se soldasen el plano de la comparación (ruinas) y el plano comparado (amante constante, amante deseoso de muerte y eo ipso de fama, amada desdeñosa...). El poeta demostraba ahí el alcance de sus dotes creativas (en un concepto de "originalidad" ceñido a su época) bien por servidumbre al modelo (o modelos) o bien por recreación del mismo inmiscuyendo alguno de los tópicos petrarquistas al uso como plano comparado. La competición discurrió por cauces serios hasta que Lope se permitió tomársela a cachondeo, en un soneto ("Soberbias torres, altos edificios") que al lector culto de la época, familiarizado con la tradición de la serie (seria por tradición) debió de dejarlo planchado, merced al quiebro burlesco final que recuerda a Horacio ("Beatus ille") por la retrolectura del soneto en clave burlesca que impone desde el final. Un final inesperado que solo podía verse como una broma. Algo así como que (pongamos) gane la liga el Atleti.
ResponderEliminarLlevas toda la razón, José, en tu análisis. Aún faltan algunas literaventuras para llegar a esa broma lopesca (o de Burguillos), en que la serie sea puesta en entredicho por el humor, aunque antes lo fue por otros factores. Lo inesperado no es, por otra parte, lo estadísticamente previsible cada cierto tiempo (el Atleti lleva diez ligas), sino quizá la ruptura de lo improbable: el Atleti ha jugado tres finales de Champions y las tres las ha empatado en el minuto 90. Lo inesperado es que gane o pierda la cuarta final en ese minuto. Un abrazo.
ResponderEliminarY en dos ocasiones, con un intervalo de cuarenta años (1974 y 2014, ambos acabados en 4), acabaron lloviéndole cuatro goles en una segunda parte (segundo partido y prórroga, respectivamente). Toda una numerología del dos que da para una segunda parte de "Una mente maravillosa" o para algún estudio de J. J. Benítez.
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