El almacén de mitología que constituyen las Metamorfosis de Ovidio no dejó de suministrar motivos sexuales a pintores y poetas. También otras fuentes. Luego, bastaba con encontrar la mirada oportuna. En su Arte de la pintura (1649), Francisco Pacheco relata «que un obispo de Sevilla decía misa ante El juicio final de Martín de Vos y al contemplar sus desnudos femeninos “se vio a punto de perderse”»[1].
El perro como animal de caza no interesó especialmente a Tiziano. Pero ya hemos visto que sí en cuanto asociado a historias mitológicas de las que tanto gustó. Y que fueron «un simple pretexto y un soporte privilegiado del erotismo» para las clases altas del XVI que encargaron a pintores, sobre todo italianos, numerosas estampas de Ledas, Dianas, Venus y ninfas, cuyos desnudos, codificados «en una escena culturalmente admitida y moralmente condenable», se ofrecían a «la concupiscencia de una mirada masculina»[2].
En otra de las Poesie de Tiziano, Venus y Adonis, 1554 (Madrid, Museo Nacional del Prado), posan tres canes junto al cazador Adonis, de enhiesta lanza. Venus abraza al perplejo joven para detener su movimiento: como Dánae, la diosa está desnuda y sigue ofreciendo a nuestra observación la planta del pie y ahora, aunque ya no los senos, sus nalgas.
Es el momento en que Venus detiene a Adonis para que deje de cazar[3]. Quiere tanto evitar que lo maten las fieras —por lo que le pide que huya—, como matarlo ella. Y en este segundo uso de matar, empleo la voz con el sentido que desde la Edad Media tenía de ‘mantener un coito’, significado aún operativo en frases coloquiales españolas como Aquí te pillo, aquí te mato o Matar a alguien a polvos. Al reelaborar en sus Canciones (también conocidas como Cántico espiritual) la escena de Venus deteniendo a Adonis, Juan de la Cruz escribe:
Escóndete, Carillo,
y mira con tu haz a las montañas,
y no quieras decillo,
mas mira las compañas
de la que va por ínsulas extrañas. (CA 32)[4]
Hubo poemas coetáneos de fray Juan que mostraron la dimensión sexual del relato sobre el cazador Adonis y la cazada Venus. Por ejemplo, describiendo el coito que vedó a nuestra vista Ovidio:
Los ojos vueltos, que del negro dellos
muy poco o casi nada parecía,
y la divina boca helada y fría,
bañados en sudor rostro y cabellos;
las blancas piernas y los brazos bellos,
con que al mozo en mil lazos envolvía,
ya Venus fatigados los tenía,
remisos, sin mostrar vigor en ellos.
Adonis, cuando vio llegado el punto
de echar con dulce fin cosas aparte,
dijo: «No ceses, diosa; anda, señora,
no dejes de mene…», y no dijo «arte»,
que el aliento y la voz le faltó junto
y el dulce juego feneció a la hora.[5]
Quedándose sin palabras en el momento de echar… cosas aparte, Adonis es testigo de que una amplia veta de poesía y literatura española del Siglo de Oro apenas pecó de mojigata.
Sé que extendidos prejuicios impiden saberlo.
[1] P. Civil, «Erotismo y pintura mitológica en la España del Siglo de Oro», Edad de Oro, 9 (1990), pp. 39-49 (p. 39).
[2] Civil, «Erotismo y pintura mitológica…», pp. 41-42.
[3] Según Civil, que comenta el cuadro de Tiziano y la correspondencia epistolar de éste con Felipe II, impaciente por recibir las Poesie, la escena se sitúa tras «la noche de amor» entre la diosa y el cazador («Erotismo y pintura mitológica…», pp. 45-46). Civil analiza otros cuadros de mitología erótica compuestos en los siglos XVI-XVII (pp. 46-49).
[4] G. Garrote Bernal, «El cántico órfico de fray Juan de la Cruz en dos palabras», AnMal Electrónica, 18 (2005).
[5] Poesía erótica del Siglo de Oro, ed. P. Alzieu et al., Barcelona, Crítica, 1984, pp. 19-20.
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