viernes, 26 de julio de 2013

III, 34. Otra «nibola», 2. El paco-esperpento

«Déjese vuesa merced de tapicitos pijos y gallinitas ciegas, y emplee su mucho ingenio y valer en obras de más empeño, macho». Con tal idiolecto pancrónico de quien llevaba seis siglos dando vaivenes por el túnel hispánico del tiempo de ida y vuelta, el bufón Francesillo de Zúñiga le había soltado tal conseja y fresca a Francisco de Goya, con quien solía departir en amenos coloquios. De inmediato, Goya dio los últimos retoques a La familia de Carlos IV. Desde una oscuridad recóndita, el pintor, que ya sabe —se lo acababa de anunciar Francesillo— que de todos los personajes de ese cuadro solo él permanecería en el túnel del tiempo reversible, mira de soslayo a La Familia. Luminosa y patética. ¡Ah, la familia regia! En 1800 está a punto de iniciar un proceso trisecular de intermitencia.
Se entiende la admiración de Max Estrella: «Los ultraístas son unos farsantes. El esperpentismo lo ha inventado Goya. Los héroes clásicos han ido a pasearse en el Callejón del Gato». Un espejismo. Pues que el esperpento lo creó el conde don Francés, que ni era conde ni era francés, y desde el siglo XIX lo llamaban en los bajos fondos universitarios —el bautismal capricho de un erudito— Francesillo de Zúñiga. Celebrado autor de la Crónica burlesca del emperador Carlos V: la cueva de Altamira del esperpento, abierta al personal palaciego allá por la segunda década del XVI, dijo para sí Francesillo de Azcoitia mientras ojeaba, tronchado de risa, un ejemplar de la edición de 1989. En la posmolibrería de variedades con aire acondicionado.
Seis siglos llevaba el bufón Francesillo, mi primo Fran, que le decimos los de Carabanchel Alto, caligrafiando folios sin cesar para ir nutriendo de estilo y materiales a los autores de la crónica esperpéntica de las Españas: desde Francisco de Quevedo hasta Francisco Umbral. A quien Francesillo de Zúñiga había alistado para que con él viajara por el subsuelo irracional y reversible, tras cautivarlo con aquella prosa suya («Este dicho conde de Haro parecía de casta de halcones y sobrino de garzota blanca»), que Umbral llamaba barroca, aparente error que se explicaba por la reversibilidad del tiempo esperpéntico.
Sostienen sesudos estudiosos que a Francesillo de Zúñiga le llegó su hora en 1532, pero lo cierto y verdad es que no había dejado de corretear por el subsuelo de ida y vuelta sobre el que se asentaba el entramado irracional hispánico. Penúltima prueba de ello era aquel libro de Umbral, Los helechos arborescentes, cuyo protagonista pancrónico, llamado por supuesto Francesillo, muestra para quien quiera verlo que el de Zúñiga sigue saltando, rápido, pícaro y perspicaz, por los mineros subterráneos de la historia de España. Por donde vagan, dando que hablar y escribir a amanuenses de diamante y carbón, Francisco Franco, Francisco Largo Caballero o Francisco de Asís de Borbón, famosa drag queen que casó con Isabel II y fue mayormente conocida por el sobrenombre artístico y popular de Paquita. Así se las ponían a Valle-Inclán.
Unamuno, a quien no se le conoce carcajada alguna, seguramente porque no se llamaba Paco, estaba todo el día dale que te pego al sentimiento trágico y otras zarandajas centroeuropeas de filósofos de mucho llorar y mucho llover. Por eso, Unamuno llamó al subsuelo, o minero de Francesillo, intrahistoria, que es etiqueta propia de circunspecto académico incorregible. Pronto supo Francesillo de Zúñiga, siempre de rigurosa guasa, que a Unamuno no habría modo de incorporarlo a la excursión pancrónica. Así que, por la cosa de amolar, le había dictado a Max Estrella: «El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada». A un fallo del diseño del subsuelo, o a una falla geológica, se atribuía el hecho incomprensible de que Valle-Inclán no se llamara Francisco.
Por el contrario, Francisco llamaron a Francisco Rico. Con toda razón. De mozalbete sabio, allá por su primera cuarentena, Rico había glosado, como dictadas por Aristóteles, las palabras que en 1928 a Valle se le había ocurrido pronunciar sobre el esperpento. Cuarenta años después —medida cronológica favorita de los meandros y mineros históricos de España—, Rico había ejercido de perito de El País redactando muy bien aquel «Papeles de “Bárcenas” (rudimentos de filología)», en el bien entendido de que por entonces el sujeto apodado por sus compinches Luis el Cabrón, a quien daban las horas relojes suizos de muy cuco, era una fotocopia de sí mismo y, jilguerillo sin enjaular, aún no cantaba. Fue tirar Bárcenas de la manta, y convertir en inútil el esbozo de informe de Rico, que remontaba los males de la patria corrupta a Aznar, sin eslabonar al marido de la inefable Ana Botella con las prácticas marianorrubias de la jet set felipista.
Con la excusa de reclamar la imprescindible tarea de afrontar el examen ecdótico de la papela barcenil, labrada a base de lapicerillo de contable de mercería, Rico caía en la malsana costumbre postmoderna de acabar hablando de su propia vida u obra. Se supone que porque iba ya rozando la segunda cuarentena. El tiempo es que no pasa en balde para nadie.
Excepto para Francesillo de Zúñiga y unos sus amigos.


2 comentarios:

  1. Permíteme,con tu venia,que introduzca unas palabras de Valle Inclán de una entrevista aparecida en al revista "Estampa"(nº48,1928) con motivo de la publicación de "Viva mi dueño",segundo tomo del "Ruedo Ibérico":
    "Muy curiosa y dentro de mi manera es la "Crónica burlesca" de don Francesillo de Zúñiga,bufón de Carlos V.[...]Don Francesillo de Zúñiga,o quien fuere,va pasando lista a todas las grandes figuras y viéndolos a una luz traviesa y zumbona. La literatura satírica es una de las formas de la canción histórica que cae sobre los poderosos que no cumplieron con su deber."


    Estas tus "nibolas" no son ni "anestésicas" ni "anestéticas"(el tristón Unamuno a veces juega con la palabra, y eso alivia su lectura)al contrario de alguna aburrida crítica literaria de hoy.Digo.

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    1. Gracias por la pista, José María. Ya he localizado la entrevista a Valle. Con tu venia, vais la papela y tú a un próximo capitulillo.

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