Julio
Casares publicó en 1942 su Diccionario
ideológico de la lengua española. Desde la idea a la palabra; desde la palabra
a la idea, que medio siglo después iba ya por la 18ª tirada de la 2ª edición
(Barcelona, Gustavo Gili, 1992). El
Casares: un exitazo. A su celebrada estirpe se sumó Vox. Diccionario ideológico de la lengua
española (Barcelona, Biblograf, 1995), dirigido por Manuel Alvar Ezquerra.
Los
diccionarios ideológicos cuentan con una parte alfabética, que funciona como
uno convencional. Los de Casares y Alvar definen interpretación de forma semejante al DRAE:
Casares da «Acción y efecto de interpretar», reproduce las acepciones legales
que ya mencioné y ofrece una definición de interpretación
de lenguas, «Departamento oficial en que se traducen al español documentos
y papeles legales escritos en otras lenguas», que hoy es ya arcaica («Parte
alfabética», p. 480). Alvar no registra el deverbal interpretación, pero sí interpretar
(«Diccionario», p. 1253). Algo semejante se encuentra en el Diccionario de uso del español (1966) de
María Moliner (Madrid, Gredos, 1990, 2 vols.), que cumple también funciones de
diccionario ideológico.
Si
rehago (sin avisar) las estructuras de definición que para interpretar alzan estos cuatro diccionarios, el resultado es un poliedro
móvil, que presenta hasta seis caras. Tal poliedro, por tanto, será unas veces tetraedro,
otras hexaedro, cuando no pentaedro… Y así. Las figuras —figuradas, claro (o quizá
no)— que adoptará el texto sobre la interpretación que termine produciendo nuestra
baraja léxica. Como escribir es ocupar espacio de manera ordenada, o sea, geometrizar,
las seis caras posibles del poliedro ofrecen, de rebote, el esquema previo de
nuestro futuro texto:
1.
Qué se entiende por interpretar; así,
sin más. El juego podrá complicarse hablando de etimologías, evoluciones
semánticas y otros linajes, para lo que habría que tirar entonces (y no lo
haremos aquí) de diccionarios históricos, etimológicos y plurilingües. Baste
con este dibujo: «Explicar o declarar el sentido de una cosa, y especialmente
el de textos faltos de claridad» (DRAE; Casares y Alvar concuerdan, pero suprimen
o declarar). Moliner va por libre, actitud
que a mí, por lo general, es la que me gusta: «Atribuir cierto significado a
una expresión o cosa» y «Encontrar y explicar para otros el significado de
ciertas expresiones o de otra cosa».
2.
Que interpretar es actividad que conduce a aciertos y a errores. Casares («Entender
o tomar en buena o mala parte una acción o palabra»), Moliner («Con “bien” o “mal”,
acertar con el verdadero significado de una cosa o equivocarlo»; «Dar buen o
mal sentido a las palabras, actitud, gestos, etc., de alguien») y Alvar («Expresar
bien o mal [el asunto o materia de que se trata]; esp., representar un actor su
papel; ejecutar una composición musical») recurren a los opósitos bien / mal. El DRAE lo dice más suave: «Explicar,
acertadamente o no, acciones, dichos o sucesos, que pueden ser entendidos de diferentes
modos».
3.
Interpretar es sinónimo de traducir. Aquí, la coincidencia es
plena, aunque Moliner (su Diccionario,
ya lo avisé, es de 1966) indica que es uso no frecuente. Con indicios así se construye la prueba del carbono 14 en Filología.
4.
Interpretar es suponer causas y finalidades, aunque sólo para Casares («Atribuir
una acción a determinado fin o causa») y Alvar («Atribuir [una acción] a
determinado fin o causa […]; esp., entender o tomar en buena o mala parte [una
acción o palabra]»).
5.
Interpretar es actividad propia de las Bellas Artes, o como se las llame ahora:
«Representar un texto de carácter dramático», «Ejecutar una pieza musical,
mediante canto o instrumento» y «Ejecutar un baile con propósito coreográfico»,
según encadena el DRAE. Casares y Alvar concuerdan más o menos en las dos
primeras acepciones, pero bailar no bailan. Moliner es fiel a su independencia:
«Dar forma alguien a una idea o deseo de otro»; «Particularmente, dar forma el
artista, reflejando en ello su personalidad, a lo que copia, reproduce o
ejecuta». Sorprende que siga habiendo gente que, después del siglo XIX, sostenga que se
es original mientras se copia: una verdad que resiste.
6.
Interpretar, al fin, es dar sentido al mundo. Ahí es nada: «Concebir, ordenar o
expresar de un modo personal la realidad», dice el DRAE, y Alvar está de
acuerdo. Casares calla y Moliner ya habló en la cara 5.
Contamos,
pues, con el as fundamental (el tema, que ahora se ha revelado más bien como el
lema) de nuestra baraja y con el esquema poliédrico del juego. Nos
faltan las cartas.
Ya se verán.
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