sábado, 2 de mayo de 2015

XI, 9. El final de la cuenta atrás (4)


2 (h. 1978)

En la deslavazada carpeta de apuntes que Ataúlfo Marconi denominaba Preludios y prospectivas, una leve nota que debe conjeturarse algo anterior a 1979, «La demolición del texto parodiado», aclara un singular proceso de causalidad: el texto A (el parodiado) va naciendo a medida que el texto B (la propia parodia) está siendo leído; por tanto, no es A causa de B, sino su consecuencia. Sólo una falta de respeto a la lógica y a la cronología sostendría, pues, que A es anterior a B. Marconi, empero, reconoce que resulta ilógico y acronológico anteponer B a A, excepto si el abecedario fuera otra celada de una gigantesca ficción. Para sortear este callejón a todas luces sin salida, cierra Marconi su incompleta nota con una reflexión inquietante: «El proceso paródico pone en riesgo de demolición, más que al texto subvertido, nuestras certezas sobre el transcurrir del tiempo. La parodia atenta contra el calendario».
Más eficaz que la especulación resulta el examen de algunos casos. Por chocar esta tesis que Marconi expresa en Floritemas (1987) con el inconveniente de que, al teorizar sobre la parodia futura, esta pudiera no haber sido aún escrita, tuvo que levantar el concepto de parodia en diferido. Así se dotó de potencia explicativa para dar cuenta de algunos hechos que tendrían necesariamente que suceder. Reconstruyó en su nota de hacia 1978 un hipotético texto volandero, o publicado en un periódico, en que un diputado de fe republicana diera explicaciones de su presente a un futuro monarca. Regalo que hiciera al diputado quedar como un rey, según anunciarían, con pompa y regocijo, los tenderetes electrónicos del mañana medieval. Postuló entonces Marconi que dicho texto tendría que parodiar las donaciones del Cid a Alfonso VI y confió en que el aún ficticio diputado mantuviera en su memoria de aplicado lector de bachillerato el célebre verso 20 del Cantar de Mio Cid, según el texto base de Menéndez Pidal, su más reciente coautor: «Dios qué buen vasallo si hobiese buen señor».
Cabal verso que por lo demás presentaba la ventaja de dar facilidades para convertirse en un eslogan de los que motorizan o monitorizan una ardua lucha, una áspera revuelta o, cuando menos, una alegre manifa.


1 (3 de marzo de 1979)

Zacarías Lerma había aislado en el capítulo VI de Espejismos unos principios y algunas realizaciones de historiografía galdosiano-confusiana que espolearon a Marconi para trazar las líneas básicas de su artículo «Borbones a borbotones» (El Noticiero Emérito Universal, núm. 2025 [3-3-1979], pp. 48a-50b). Predecir el futuro de una monarquía le parecía fútil tarea al amigo Ataúlfo. Estudiando la intermitencia dinástica de los Borbones españoles en los dos últimos siglos (1814-1868; 1874-1931; 1975-…), formuló el Principio principesco del binomio real: «Un borbotón matemático agrupa reyes de dos en dos (Fernando VII-Isabel II; Alfonso XII-Alfonso XIII) en una serie computable en base 6 o 10, según, y regulada por la suma cero del empate histórico entre el empeño destronador y el empeño restaurador». Aplicando tal Principio, Marconi predijo los constituyentes del siguiente binomio e incluso adivinó que el heredero de Juan Carlos I, Felipe, sucedería a su padre —pasa en las mejores familias— y reinaría como Felipe VI, documentados como estaban cinco casos anteriores de reyes de España con dicho nombre.
Al concluirse el examen completo de los papeles y carpetas de Marconi, estamos hoy en condiciones de conectar su nota inédita sobre «La demolición del texto parodiado» con su trabajo «Borbones a borbotones». Aquí se halla el mismo argumento sobre el diputado republicano autor del regalo y del papel volandero, aunque ahora para ilustrar, dentro de la intermitencia borbónica, la constante π (o PI), científica correlación descubierta por Marconi. En efecto, en cada borbotón de binomio real se incrusta un factor PI: el militar progresista (Pablo Iglesias I) rebelado contra Fernando VII y ahorcado en 1825, o el fundador del PSOE (Pablo Iglesias II), quien, antes de fallecer en 1925, se encontraba ya cómodamente integrado en el sistema de la Restauración alfonsina. De modo que la constante π predice un Pablo Iglesias III, factor que Marconi escribió entre corchetes para subrayar su carácter hipotético, aunque necesario en términos de lógica histórica: la conducente a la centralidad o moderación de la suma cero destronamiento-restauración.
En 1979, pues, la marconiana teoría materialista-dialéctica del binomio real previó que, en tiempos de [Felipe VI], [Pablo Iglesias III] se propondría acabar con la misión fundadora de Pablo Iglesias II, pero, en coherencia con este, buscaría el pactismo congratulador que terminaría con la herencia de Pablo Iglesias I, para lo cual postuló la fecha exacta de 2025, de acuerdo con la unisecularidad de la constante π. Marconi completó estas simetrías, derivadas de la incontestable idea marxista de que la historia se repite como parodia, con otras: Felipe VI-Felipe V, último y primer Borbón; el socialdemócrata Pablo Iglesias desdoblándose en fundador y enterrador del PSOE, etc. Al indagar finalmente en Alfonso VI como rima histórica de Felipe VI, dejó constancia marginal de que la Historia funciona como cómputo de ecos y vueltas.
En plan música o poesía.


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