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(h. 1978)
En
la deslavazada carpeta de apuntes que Ataúlfo Marconi denominaba Preludios y prospectivas, una leve nota que
debe conjeturarse algo anterior a 1979, «La demolición del texto parodiado», aclara
un singular proceso de causalidad: el texto A (el parodiado) va naciendo a
medida que el texto B (la propia parodia) está siendo leído; por tanto, no es A
causa de B, sino su consecuencia. Sólo una falta de respeto a la lógica y a la
cronología sostendría, pues, que A es anterior a B. Marconi, empero, reconoce
que resulta ilógico y acronológico anteponer B a A, excepto si el abecedario
fuera otra celada de una gigantesca ficción. Para sortear este callejón a todas
luces sin salida, cierra Marconi su incompleta nota con una reflexión
inquietante: «El proceso paródico pone en riesgo de demolición, más que al
texto subvertido, nuestras certezas sobre el transcurrir del tiempo. La parodia
atenta contra el calendario».
Más
eficaz que la especulación resulta el examen de algunos casos. Por chocar esta
tesis que Marconi expresa en Floritemas (1987) con el inconveniente de
que, al teorizar sobre la parodia futura, esta pudiera no haber sido aún
escrita, tuvo que levantar el concepto de parodia
en diferido. Así se dotó de potencia explicativa para dar cuenta de algunos
hechos que tendrían necesariamente que suceder. Reconstruyó en su nota de hacia
1978 un hipotético texto volandero, o publicado en un periódico,
en que un diputado de fe republicana diera explicaciones de su presente a un futuro
monarca. Regalo que hiciera al diputado quedar como un rey, según anunciarían, con pompa
y regocijo, los tenderetes electrónicos del mañana medieval. Postuló entonces Marconi
que dicho texto tendría que parodiar las donaciones del Cid a Alfonso VI y
confió en que el aún ficticio diputado mantuviera en su memoria de aplicado
lector de bachillerato el célebre verso 20 del Cantar
de Mio Cid,
según el texto base de Menéndez Pidal, su más reciente coautor: «Dios qué buen
vasallo si hobiese buen señor».
Cabal
verso que por lo demás presentaba la ventaja de dar facilidades para convertirse
en un eslogan de los que motorizan o monitorizan una ardua lucha, una áspera revuelta
o, cuando menos, una alegre manifa.
1
(3 de marzo de 1979)
Zacarías Lerma había aislado en el capítulo VI de Espejismos unos principios y algunas realizaciones de
historiografía galdosiano-confusiana que espolearon a Marconi para trazar las
líneas básicas de su artículo «Borbones a borbotones» (El Noticiero Emérito Universal, núm. 2025 [3-3-1979], pp. 48a-50b). Predecir el futuro de una
monarquía le parecía fútil tarea al amigo Ataúlfo. Estudiando la intermitencia dinástica de los Borbones
españoles en los dos últimos siglos (1814-1868; 1874-1931; 1975-…), formuló el Principio principesco del binomio real: «Un
borbotón matemático agrupa reyes de dos en dos (Fernando VII-Isabel II; Alfonso
XII-Alfonso XIII) en una serie computable en base 6 o 10, según, y regulada por
la suma cero del empate histórico entre el empeño destronador y el empeño
restaurador». Aplicando tal Principio,
Marconi predijo los constituyentes del siguiente binomio e incluso adivinó que el
heredero de Juan Carlos I, Felipe, sucedería a su padre —pasa en las mejores
familias— y reinaría como Felipe VI, documentados como estaban cinco casos
anteriores de reyes de España con dicho nombre.
Al
concluirse el examen completo de los papeles y carpetas de Marconi, estamos hoy
en condiciones de conectar su nota inédita sobre «La demolición del texto parodiado»
con su trabajo «Borbones a borbotones». Aquí
se halla el mismo argumento sobre el diputado republicano autor del regalo y
del papel volandero, aunque ahora para ilustrar, dentro de la intermitencia
borbónica, la constante π (o PI), científica
correlación descubierta por Marconi. En efecto, en cada borbotón de binomio
real se incrusta un factor PI: el militar progresista (Pablo Iglesias
I) rebelado contra Fernando VII y ahorcado en 1825, o el fundador del PSOE
(Pablo
Iglesias II), quien, antes de fallecer en 1925, se encontraba ya
cómodamente integrado en el sistema de la Restauración alfonsina. De modo que
la constante π predice un Pablo Iglesias III, factor que Marconi escribió entre
corchetes para subrayar su carácter hipotético, aunque necesario en términos de
lógica histórica: la conducente a la centralidad o moderación de la suma cero
destronamiento-restauración.
En
1979, pues, la marconiana teoría materialista-dialéctica del binomio real previó
que, en tiempos de [Felipe VI], [Pablo Iglesias III] se propondría acabar con
la misión fundadora de Pablo Iglesias II, pero, en coherencia con este,
buscaría el pactismo congratulador que terminaría con la herencia de Pablo
Iglesias I, para lo cual postuló la fecha exacta de 2025, de acuerdo con la unisecularidad
de la constante π. Marconi completó estas simetrías, derivadas de la incontestable idea marxista de que la historia se repite como parodia, con
otras: Felipe VI-Felipe V, último y primer Borbón; el socialdemócrata Pablo
Iglesias desdoblándose en fundador y enterrador del PSOE, etc. Al indagar finalmente
en Alfonso VI como rima histórica de Felipe VI, dejó constancia marginal de
que la Historia funciona como cómputo de ecos y vueltas.
En
plan música o poesía.
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