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(10 de mayo de 2015)
El
Círculo Historiográfico Marconiano sobrevive con el objetivo, más que de divulgarla,
de reflexionar sobre la obra del amigo Ataúlfo. Sentados alrededor de la mesa de
cierta casa de comidas, y ajenos a cualquier ritual no previsto por su carta,
los integrantes del Círculo nos acogemos al eco difuso del banquete platónico
para interpretar —es decir, para aplicar— las ideas del maestro. Por ser la
mesa redonda, abolida queda cualquier jerarquía: nadie se ve forzado a conceder
la palabra al igual. Las intervenciones brotan simultáneas y extrañas al corsé de
un inexistente orden del día. Tal experiencia desmiente la linealidad del
tiempo y de la escritura. El vino circula profuso para reforzar nuestros lazos
con la realidad.
No
se levantan actas de defunción de las sesiones. Cualquier conclusión o el más
leve acuerdo se someten al albur de la invención de la memoria. No podría
documentar, por tanto, la exposición que ayer condujo Concepción Mendieta. Bastará
con que trate de resumirla: el recuerdo de sus palabras no será exacto, por lo
que probablemente sus ideas, sin asidero en la organización retórica original, serán
condenadas al progresivo y recurrente desdibujamiento.
Tras
validar la formulación del binomio de Marconi y su constante
π con la prueba del encuentro (real) entre Felipe VI y Pablo Iglesias, Mendieta
analizó algunos textos periodísticos que dieron cuenta de él, incluyendo el
firmado por Iglesias y ya previsto por Ataúlfo. Pero al comparar ese corpus con
fragmentos del Cantar (o Poema) del Cid,
corrigió su tesis: Iglesias no parodiaba el texto de Per Abat y Menéndez Pidal.
Más fiel a la obra marconiana es que ocurriera lo contrario. Partió Mendieta de
los versos 810-819 del Poema (o Cantar)
del Cid:
Oid, Minaya, sodes mio diestro braço;
d’aquesta riqueza que el Criador nos ha dado
a vuestra guisa prended con vuestra mano.
Enviarvos quiero a Castiella con mandado
d’esta batalla que habemos arrancada.
Al Rey Alfonso que me ha airado
quierole enviar en don treinta caballos,
todos con siellas y muy bien enfrenados,
señas espadas de los arzones colgadas.
Dixo Minaya Alvar Fañez: Esto faré yo de grado.
Los
coautores del Cantar o Poema parodiaban, en efecto, el estilo
de las crónicas
de abril de 2015. Notable era el esfuerzo de hallar un léxico y una
sintaxis arcaizantes, en lo que Mendieta apreciaba la influencia del
Modernismo, de moda entre los coetáneos de Pidal. Asimismo, frente a las
crónicas parodiadas, el Cantar no
sólo no prosificaba, sino que prefería un verso irregular y apoyado en una rima
monocorde, cuando no fallida, afín a los cantautores de finales del siglo XX y
principios del XXI. Por lo que respecta al asunto, que el Cid encargara al
obediente Minaya («Esto faré yo de grado») llevar los regalos, evidencia,
como superestructura, una al parecer inevitable o fatal jerarquía que chancea
con el carácter asambleario que teoriza Iglesias, autopresentado
como uno de los «nuevos líderes» que «aparecen desde más allá de las
fronteras de lo establecido», «con nuevos modos de relacionarse con un pueblo
cansado».
La ironía —si no broma— que ve en Minaya al
«diestro brazo» del Cid deconstruye la transversalidad de la organización del
diputado Iglesias, que se reclama ni de derechas ni de izquierdas. Alguien de
la mesa redonda del restaurante intervino para completar que se traslucía que el
propio Alvar Fáñez daba eco a Juan Carlos Monedero. Los escasos
cuatro deuvedés con la serie Juego de
tronos donados a Felipe VI
—espejeados en la exagerada parodia de los «treinta caballos»
ricamente enjaezados y enviados a Alfonso VI—, habían provocado la desobediencia
del minayense Monedero, que a los cuatro vientos extendió: «Me
gusta más Galeano que Juego de Tronos». Luego,
pegó puerta. Teresa Mendieta pidió a los comensales del Círculo que no se distrajeran
del argumento central, pero concedió que la insistencia del Poema en la riqueza que el Cid, Minaya y
los suyos van consiguiendo a medida que conquistan más espacio (adujo, entre
otros que no recuerdo, los versos 617 y 1822, «En este castiello grand aver
avemos preso» y «tales ganancias traen que son a aguardar»), invitaba a extender
la parodia a otros aspectos de la constante π actualizada, así el sobrenombre Monedero de quien había sido mano
derecha o izquierda de Iglesias.
En cuanto a los reyes, la conexión que permite la
parodia estriba en que ambos aceptan los regalos. Felipe VI no protesta por la
acción que el donante describiría como «me permití saltarme el protocolo», y responde
lacónico sobre Juego de tronos: «pues no la he visto». Un
aplazar para el futuro —para el cual la cuenta atrás dicta que queda un día
menos— el abrazo y el aplauso buscados. La parodia del Poema acentúa esa distancia cuando Alfonso VI pronuncia un
displicente «mucho es mañana» (v. 881): demasiado pronto para reintegrar al
Cid, de quien «yo non vos digo nada» (v. 889). Con la habitual exageración de
la caricatura, recuperar el favor real costará al Campeador otros dos envíos y trescientos caballos más (vv. 1274 y 1813). «Muchos deuvedés son esos»,
interrumpió otro contertulio del Círculo.
El
tiempo es que no retrocede en vano.
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