Para José Ángel Sánchez Ibáñez,
que animó a recuperar estas literaventuras
Es un clásico: al poco de
emerger una nación naciente, habrá legión de historiadores comprometidos —esa
mezcla explosiva— que se lance a la búsqueda de un libro fundante, máxima
expresión de la literatura que influye en la vida. El coñac erudito es lo que
tiene: unas copas de más de Fundador, y a fabular. Vamos,
la «historia y otras barbaridades» a que se refería Guerra
Cunningham al tratar sobre la conformación del imaginario nacional
chileno[1]. En este caso, tal libro
es un poema épico, La Araucana
(1569-1589), de Alonso de Ercilla. Madrileño y soldado del Rey.