Así pues, entre 1494 y 1670 habían los
lexicógrafos detectado cuatro estratos
—claro, la filología como arqueología de las palabras (Literaventuras, VII,
8, 9
y 10)—
en el significado de raça. Dibujemos
el correspondiente esquema, o esqueleto de blanquísimos huesos de claridad, por
ser didácticos a tope:
sábado, 29 de abril de 2017
sábado, 22 de abril de 2017
IV, 18. Rayo, raído, raíz: hacia «raza»
¿Y cuando abren durante ese segundo que se va, un
viejo álbum custodiado en el cajón del ángulo oscuro, una carpeta del ordenata,
la nublada Instagram… para revisar una colección de fotos suyas? ¿Alguna
probable conclusión? Todo, sí, cambia, razón por la cual cierta norma
subyacente —y paradójica, ojo— rige la condición humana y sus creaciones: la
permanente transformación. Los poliédricos procesos de metamorfosis en que
opera esa ley son el espacio donde a sus anchas se mueven las Humanidades. La
etimología y la lexicografía, por ejemplo. Echemos un vistazo —en el Nuevo
Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española[1],
de la Academia— al caso de raza, voz
que devuelven múltiple los ecos de los recovecos de la Historia.
domingo, 16 de abril de 2017
IV, 17. Lengua lineal y lengua en estratos
Una experiencia compartida: cuando se
explica la lengua propia a estudiantes no nativos, preguntan estos por asuntos
que uno ni se había planteado. Suele ser porque quien aprende una lengua ajena
espera que ésta responda a los mismos criterios que la materna y, sobre todo,
que ofrezca soluciones lógicas o planas. Por ejemplo, en lo que acabo de
escribir, «cuando se explica…», la regla poliédrica cuando = si rompe los esquemas, porque, como los niños, quienes
aprenden otra lengua requieren soluciones unívocas. Pretenden una lengua
lineal, con una sola dimensión: una lengua artificial en que si fuera marca exclusiva de
condicionalidad y cuando marca
exclusiva de temporalidad.