Creo
poder recordar que me vine arriba cuando supe que Alonso Zamora Vicente
(1916-2006), maestro de filólogos, se había tomado hace años la molestia de recortar,
coleccionar y catalogar mi artículo «Lingüística y filosofía, o el juego del
diccionario», Delibros, VII, 67 (mayo
1994), pp. 47-48. Me enteré por el ojo que todo lo ve de Google cuando reposa
su mirada en la «Biblioteca
Alonso Zamora Vicente», ahora en la Diputación de Cáceres. Allí se conserva
una copia —según coges y pinchas en su «Catálogo»— de aquel trabajo. Así que,
ya digo que con la extraña e insegura alegría de quien comprueba que lo que una vez escribió
fue leído por otros, lo revisé
y adapté
al formato blog en la siguiente miniserie sobre el juego del diccionario:
II, 1. Lingüística y filosofía, o el juego
del diccionario (14-1-2012): «Jugar es reservar una
fracción de vida a la imaginación y la poesía: a la creación», no para colmar «necesidades
elementales», «sino otras más plenas, completas y complejas».
II, 2. ¿Arbitrariedad motivada? (15-1-2012): las definiciones ficticias,
dictadas por «la imaginación o memoria» de los jugadores, son aparente contraprueba
para la teoría de la arbitrariedad del signo lingüístico. Ahí es nada.
II, 3. Memoria, retórica y verosimilitud (16-1-2012): una definición «no menos
asombrosa que las falsas» evidencia en el juego del diccionario que, cuando se
domina la estrategia retórica de un género dado, lo que se diga de acuerdo con ella
se transforma en verosímil. Creíble.
II, 4. Duradera arbitrariedad convincente (18-1-2012): «Quizá las lenguas
muestren asimismo que lo arbitrario brinda las mejores condiciones para un
convenio».
Ya ven. Me
acabo de sumar, con la propuesta del juego del diccionario, a las múltiples
recomendaciones de actividades que corren por redes y reguasaps para no
aburrirse durante el confinamiento. Pues que no cae en el tedio quien juega y piensa.
Que quizá sean
lo mismo.
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