domingo, 29 de abril de 2018

XI, 14. Del asesinato como uno de los servicios públicos (1)


Lo mejor del librito, además de su excepcional título, Of Murder considered as one of the Fine Arts, es que lo leyó Borges. En las múltiples ocasiones en que cada día versan las conversaciones porteñas sobre teoría literaria, «es frecuente escuchar que a la mención de De Quincey, se sigue la frase: “sí, un escritor que le gustaba a Borges”», por lo que no extrañará la experiencia de un crítico argentino como Ledesma, quien, tras confesar que al leer al autor inglés «en textos que no se parecen a los de Borges», «les encontré algo “borgeano”», concluye: «No deja de ser asombroso de qué manera la lectura de un autor consagrado puede condicionar la de otros autores», revirtiendo «los términos de la influencia. La mediación de Borges determina nuestra recepción de Thomas De Quincey»[1]. No de otro asunto capital, la reversibilidad del tiempo, creo que tratara Borges.

domingo, 22 de abril de 2018

XI, 13. Leve viaje en la máquina del tiempo


Abrir un libro publicado en el pasado —o sea, un libro— es traspasar puerta que dará en algún curvado pasadizo del laberinto del tiempo. Que trazan distorsionadas líneas de historicidad. Un libro es, por tanto, peculiar objeto físico que enlaza el efímero presente con puntos pretéritos conectados de modo cambiante entre sí: una azarosa máquina del tiempo. A los mandos, cada sucesivo lector, que se deja guiar por su propio o anacrónico manual de instrucciones. Sobrevolemos abismos temporales, por experimentar la sensación, con la edición póstuma de Varias poesías, compvestas por don Hernando de Acuña. Dirigidas al Príncipe don Felipe N. S., En Madrid, en caſa de P. Madrigal, 1591[1]. En su tramo final figura el soneto tal vez más conocido —desde el siglo XIX— de su autor, «Al Rey Nuestro Señor». Sea el punto [2] de la ruta del tiempo que voy a considerar: