sábado, 13 de octubre de 2018

VII, 15. La barba del Cid


Anda la novela-ensayo de Rafael Reig, Señales de humo. Manual de literatura para caníbales I (Barcelona, Tusquets, 2016), llena de aciertos, como aquél en que el protagonista, errante de siglos en cuanto enloquecido catedrático de literatura en un instituto, toma «conciencia de que el principal obstáculo para la enseñanza son los padres de los estudiantes» (p. 34). O este otro: «Los textos escolares y ediciones anotadas dan explicaciones que los lectores contemporáneos se tragan sin masticar siquiera: la barba del Cid es símbolo de su honor» (p. 113), por ejemplo. Así que, por no tragárselo, el pasaje rotulado «El misterio de una barba» (pp. 113-117) deconstruye el texto medieval para concluir que Rodrigo Díaz de Vivar se dejó crecer la barba lo indecible «por amor del rey Alfonso» (Poema del Cid, v. 1240), «su amor, su pecado, su alma, mon homme, luz de su vida, fuego de sus entrañas, Al-fon-so, dice, y la lengua se ensancha y retrocede, como una ola […]». Vamos, que el Campeador era gay. Prefiero masticar —aunque tarde más— o comprobar la validez de tal lectura postmoderna.