sábado, 31 de mayo de 2014

VII, 11. Poesía para entrenar la mirada

Es la hora en punto de disfrutar de la poesía. Recién incorporado al Departamento de Español y Portugués de Dickinson College, allá por el 2003, el profesor Jorge Sagastume se hizo cargo de un prometedor proyecto de revista poética ilustrada, multilingüe y plurinacional. Politemática, o sea: Sirenas: poesía, arte y crítica. Estas nada varadas sirenas multiplicaron su rondar entre los años 2004 y 2011. Odisea más bien prolongada si se mide en resistencios, científica unidad que da cuenta del espacio-tiempo que ocupa, tabla sobre olas, una publicación periódica de arte y poesía. Ni un ápice resta a la objetividad del resistencio, me parece, el hecho de que acabe de inventármelo.
Sirenas fue elogiosamente reseñada por Kellie Barlett en «A multilingual literary journal» (The Chronicle of Higher Education, 14-4-2004) y The Johns Hopkins University Press la editó hasta 2010, bajo la dirección de Jorge Sagastume. Quien —y es estreno que atiendo— acaba de publicar Sirena(s). Poesía extranjera fundamental en traducción castellana (Málaga, Fundación Málaga, 2014), donde con él se han juntado diecinueve poetas y cuatro artistas gráficos de diversos países, idiomas y miradas. Todo este magnífico material poético y artístico, digo, audiovisual, emerge de nuevo desde las páginas de la revista Sirenas, multiplicando sus resistencios. Ahora desde Málaga, cuyo mar y cuya luz alzan un hábitat muy cuidadosamente diseñado —tarea secular— para la palabra escrita y recitada y para la mirada.
Escribió Michael Augustin y tradujo Jorge Sagastume: «Los poemas / extranjeros / no requieren / visado de estancia; / sólo hace falta un buen traductor» (p. 154). Los diecinueve poetas —y no digamos ya los lectores— de Sirena(s) han tenido la suerte de encontrarlo. Como Pearse Hutchinson, escocés de Irlanda —uno es de donde ha estudiado el Bachillerato—, halló a «Rubén Darío en el Paseo Sagrera»: «Buscando, en patios y claustros, / en patios, propiedad de aristócratas / y claustros, propiedad de monjes / […] / encontré, al final, lo que necesitaba, / […] / el generoso retrato de un hombre feo» (p. 17). Con título juanramoniano («Leyenda»), Hutchinson sintetizó la magia de los idiomas, fuente de la que emerge la magia de la poesía: «El vocablo ruso que significa hermoso / es el vocablo ruso que significa rojo. / El vocablo chino que significa seda / es el vocablo chino que significa amor. / Hermoso rojizo sedoso amor. / […]» (p. 24).
Estados Unidos corona de laurel a sus poetas. Fruto será, supongo, de su fundacional constitución grecolatina. Me he enterado mientras disfrutaba del regalo que son las páginas de Sirena(s). Entre 1993 y 1995, Rita Dover fue «poeta laureada de los EE. UU.» (p. 29). No me extraña: Dover transforma en lirismo lo nimio y cotidiano. Veámosla degustando una taza de «Chocolate»: «Humo anudado, oscura bebida / de tierra y noche y hoja, / con tal de sólo probarte / cualquier mujer con gusto / se derrumbaría en ruinas». Y concluyendo muy lógica o poéticamente: «Ya basta de palabrerías: ¡estoy lista / para enamorarme!» (p. 33). Esas experiencias que potencian, para nosotros, los poetas. Así el alemán Günter Kunert, también artista gráfico, que escribe e ilustra su serie sobre «El viejo» (pp. 46-65). Un día, por ejemplo, este anciano —que somos ya o seremos— «se encuentra con Nefertiti / en un museo. Es ciega / de un ojo, / como todos nosotros. Uno / sólo ve parte de la verdad. / Toda la verdad haría que / nuestras vidas fueran insoportables». O el poeta búlgaro Lyubomir Nikolov, que en la Universidad de Málaga disfrutó —según jovial me dijo— del recital suyo con mayor número de oyentes. Escuché entonces su palabra, cuya afinada percepción descubría lo inédito en lo habitual. Poesía, vamos: «Las semillas están dentro de la manzana. / La manzana está dentro de las semillas» (p. 72). Si pudiéramos pararnos, pues, a contemplar. Tal que poetas.
Que son tipos capaces de sintetizar un complejo movimiento de baile en dos palabras. O en una: diagonal. No sé, Günter Grass interpretando este «Tango nocturno»: «Nos dejamos caer hacia adelante y hacia atrás nos recuperamos, / donde no hay nada más que espacio, / hacia adelante y hacia atrás. / […] / Esto es el tango, la diagonal. / Desde una pasión por caer hasta la parada. / Oigo tu corazón» (p. 44). Los pequeños detalles, tan vital, poética y filológicamente fundamentales: Grass rechazó una invitación para visitar Estados Unidos por la falta de libertad… para fumar.
Me lo contó Jorge Sagastume en alguna de las múltiples y politemáticas conversaciones que hemos mantenido durante estos dos últimos años, en que ha desarrollado un magnífico trabajo como director de Dickinson College en la Universidad de Málaga. Se comprenderá que hayamos echado muchas horas en reuniones de gestión y organización de cursos, eventos, bautizos y comuniones académicas. También, no faltaba más, en compartir conversaciones sobre literatura o Cervantes, literatura o su tocayo Borges, las plurales costumbres y la esencial condición humana (o hermana)… Y sobre ese trasvase de ritmos y palabras entre diversos idiomas que Jorge, orfebre de la traducción, domina tan espléndidamente.
Porque no olvidaré decirlo: Jorge Sagastume y un servidor de ustedes transformamos, durante estos dos últimos años, el trabajo en amistad.
Ese destilado de la buena voluntad.


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