martes, 30 de junio de 2015

X, 22. Índices, 40-42 (abril-junio 2015)

Saludos, con mi agradecimiento, a quienes están detrás de esas 23700 visitas procedentes de 78 países[1]. Son mucho más que guarismos, pero es todo lo que sé, junto con algún que otro comentario, de esas personas.

domingo, 21 de junio de 2015

IX, 30. Cálculos de arquitectura retórica

Un mantra deja asentar, sobre mentes poco inquietas, revelaciones de la verdad: sucedáneos. Por caso, que las Humanidades forjan un pensamiento crítico. Sucede que la esencia del mantra, la repetición litúrgica, no puede ser más ajena a la crítica. Las evidencias, además, no siempre confirman que el estudio humanístico esté sometido al control racional de los hechos y los datos, que por fuerza se opone al criterio de autoridad: lo relevante no es quién siente cátedra, ni depende la verdad de cuáles fueren los labios que la pronuncien. Agamenón puede hallarla, tanto como su porquero. Mas nunca si acatan; sí, quizá, cuando con tino experimentan y razonan.

sábado, 13 de junio de 2015

IX, 29. Castiglione se queda de piedra

La Sala XVIII del Museo della Civiltà Romana expone maquetas que reconstruyen la topografía de la Roma arcaica, desde los tiempos del rey Tarquino hasta las décadas iniciales de la República. Próximas a un vado del río Tevere (o Tíber) se alzan las siete colinas, a partir de cuyos primitivos asentamientos se originó la ciudad. Son los colli con que vimos a Castiglione abrir su celebrado soneto, que no necesitaba título, pues, como solía ocurrir, iba este encriptado en el verso inicial: superbi colli = Roma. Recordémoslo en una segunda traducción española —anónima y más fiel que la de Rey de Artieda—, que en 1904 rescató Foulché-Delbosc de un manuscrito del siglo XVII, Espagnol 372 (fol. 252v), que custodia la Biblioteca Nacional de Francia:

domingo, 7 de junio de 2015

IX, 28. De ruinas e interinidades

Tal vez poco tan interino como la dedicación política. Pero en el fragor de la arenga ardiente, las agitadas manos del orador en la masa entregada, dispuesta a ser modelada por la voz y el gesto del líder, se entiende que éste se piense eterno. Ahí está el tribuno Cola di Rienzo para mostrarlo: «deslumbrada su imaginación por las ruinas de Roma, quiso restaurar su prístina grandeza. Con sus fogosos discursos logró levantar al pueblo, señalándole los restos del poderío pretérito» (S. Vranich, «La evolución de la poesía de las ruinas en la literatura española de los siglos XVI y XVII», Actas del VI Congreso Internacional de Hispanistas, Toronto, University, 1980, pp. 765-768).