mi corazón
por una galopada
Olga Bernad
La caballería
enamorante del XIX se desintegra en un cuarto de siglo: si don Luis
de Vargas consiguió muy pronto (Edad de Oro) los favores de una
predispuesta Pepita, a don Álvaro
Mesía le costó muchas rondas y esfuerzos muchos (Edad de Plata) predisponer
a la Regenta. En la Edad de Hierro de las bicicletas, Frasquito
Ponte, sin el don del tratamiento y de la equitación, acabó rechazado por
su corcel y descabalgado. Vencido por las bicis. Don Luis se habría sentido
sobre una bicicleta tan ridículo como a lomos de su mula vieja, y don Álvaro
nunca habría pedaleado ni hecho el
caballito. Con la expresión empleada por el personaje de Ronzal en La Regenta, ellos no hubieran aguantado ancas (II, 20).