Es
la hora en punto de disfrutar de la poesía. Recién incorporado al Departamento
de Español y Portugués de Dickinson College, allá por el 2003, el profesor
Jorge Sagastume se hizo cargo de un prometedor proyecto de revista poética
ilustrada, multilingüe y plurinacional. Politemática, o sea: Sirenas: poesía, arte y crítica. Estas
nada varadas sirenas multiplicaron su rondar entre los años 2004 y 2011. Odisea
más bien prolongada si se mide en resistencios,
científica unidad que da cuenta del espacio-tiempo que ocupa, tabla sobre olas,
una publicación periódica de arte y poesía. Ni un ápice resta a la objetividad del
resistencio, me parece, el hecho de que acabe de inventármelo.
Sirenas fue elogiosamente reseñada por
Kellie Barlett en «A multilingual literary journal» (The Chronicle of Higher Education, 14-4-2004) y The Johns Hopkins
University Press la editó hasta 2010, bajo la dirección de Jorge Sagastume. Quien
—y es estreno que atiendo— acaba de publicar Sirena(s).
Poesía extranjera fundamental en traducción castellana (Málaga, Fundación
Málaga, 2014), donde con él se han juntado diecinueve poetas y cuatro artistas
gráficos de diversos países, idiomas y miradas. Todo este magnífico material poético
y artístico, digo, audiovisual, emerge de nuevo desde las páginas de la revista
Sirenas, multiplicando sus
resistencios. Ahora desde Málaga, cuyo mar y cuya luz alzan un hábitat muy
cuidadosamente diseñado —tarea secular— para la palabra escrita y recitada y
para la mirada.
Escribió
Michael Augustin y tradujo Jorge Sagastume: «Los poemas / extranjeros / no
requieren / visado de estancia; / sólo hace falta un buen traductor» (p. 154).
Los diecinueve poetas —y no digamos ya los lectores— de Sirena(s) han tenido la suerte de encontrarlo. Como Pearse
Hutchinson, escocés de Irlanda —uno
es de donde ha estudiado el Bachillerato—, halló a «Rubén Darío en el Paseo
Sagrera»: «Buscando, en patios y claustros, / en patios, propiedad de
aristócratas / y claustros, propiedad de monjes / […] / encontré, al final, lo
que necesitaba, / […] / el generoso retrato de un hombre feo» (p. 17). Con
título juanramoniano («Leyenda»), Hutchinson sintetizó la magia de los idiomas,
fuente de la que emerge la magia de la poesía: «El vocablo ruso que significa
hermoso / es el vocablo ruso que significa rojo. / El vocablo chino que
significa seda / es el vocablo chino que significa amor. / Hermoso rojizo
sedoso amor. / […]» (p. 24).
Estados
Unidos corona de laurel a sus poetas. Fruto será, supongo, de su fundacional constitución
grecolatina. Me he enterado mientras disfrutaba del regalo que son las páginas
de Sirena(s). Entre 1993 y 1995, Rita
Dover fue «poeta laureada de los EE. UU.» (p. 29). No me extraña: Dover transforma
en lirismo lo nimio y cotidiano. Veámosla degustando una taza de «Chocolate»: «Humo
anudado, oscura bebida / de tierra y noche y hoja, / con tal de sólo probarte /
cualquier mujer con gusto / se derrumbaría en ruinas». Y concluyendo muy lógica
o poéticamente: «Ya basta de palabrerías: ¡estoy lista / para enamorarme!» (p.
33). Esas experiencias que potencian, para nosotros, los poetas. Así el alemán Günter
Kunert, también artista gráfico, que escribe e ilustra su serie sobre «El viejo»
(pp. 46-65). Un día, por ejemplo, este anciano —que somos ya o seremos— «se
encuentra con Nefertiti / en un museo. Es ciega / de un ojo, / como todos
nosotros. Uno / sólo ve parte de la verdad. / Toda la verdad haría que /
nuestras vidas fueran insoportables». O el poeta búlgaro Lyubomir Nikolov, que
en la Universidad de Málaga disfrutó —según jovial me dijo— del recital suyo con
mayor número de oyentes. Escuché entonces su palabra, cuya afinada percepción descubría
lo inédito en lo habitual. Poesía, vamos: «Las semillas están dentro de la
manzana. / La manzana está dentro de las semillas» (p. 72). Si pudiéramos
pararnos, pues, a contemplar. Tal que poetas.
Que
son tipos capaces de sintetizar un complejo movimiento de baile en dos palabras.
O en una: diagonal. No sé, Günter
Grass interpretando este «Tango nocturno»: «Nos dejamos caer hacia adelante y
hacia atrás nos recuperamos, / donde no hay nada más que espacio, / hacia
adelante y hacia atrás. / […] / Esto es el tango, la diagonal. / Desde una
pasión por caer hasta la parada. / Oigo tu corazón» (p. 44). Los pequeños
detalles, tan vital, poética y filológicamente fundamentales: Grass rechazó una
invitación para visitar Estados Unidos por la falta de libertad… para fumar.
Me
lo contó Jorge Sagastume en alguna de las múltiples y politemáticas conversaciones
que hemos mantenido durante estos dos últimos años, en que ha desarrollado un
magnífico trabajo como director de Dickinson College en la Universidad de
Málaga. Se comprenderá que hayamos echado muchas horas en reuniones de gestión
y organización de cursos, eventos, bautizos y comuniones académicas. También, no
faltaba más, en compartir conversaciones sobre literatura o Cervantes, literatura
o su tocayo Borges, las plurales costumbres y la esencial condición humana (o
hermana)… Y sobre ese trasvase de ritmos y palabras entre diversos idiomas que
Jorge, orfebre de la traducción, domina tan espléndidamente.
Porque
no olvidaré decirlo: Jorge Sagastume y un servidor de ustedes transformamos,
durante estos dos últimos años, el trabajo en amistad.
Ese
destilado de la buena voluntad.
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