lunes, 29 de julio de 2013

III, 35. Otra «nibola», 3. En Pleno mes de agosto

El Congreso de los Diputados solía estar chapado todo el año por ausencias, pero en agosto cerraba por reformas. A María Soraya Sáenz de Santamaría Antón, la Pepa Goteras del Gobierno, le habían encomendado que añadiera al Hemiciclo trescientos escaños. El buen pueblo español, los paganos, que decimos en los Carabancheles, fuente última del ingenio esperpéntico, ya los mentaba como Los 300 de Esparto. La previsora Partitocracia se adelantaba siempre a los acontecimientos porque vivía en el futuro. El de las encuestas. Tenían estas avizorado que ocuparan los nuevos escaños, a partir de las próximas elecciones anticipadas, fantasmales diputados que representarían a los votantes en blanco y abstencionistas. Los habituales trescientos cincuenta asientos seguirían destinados a los calladitos candidatos de la Partitocracia que resultaren agraciados con los votos nulos.

viernes, 26 de julio de 2013

III, 34. Otra «nibola», 2. El paco-esperpento

«Déjese vuesa merced de tapicitos pijos y gallinitas ciegas, y emplee su mucho ingenio y valer en obras de más empeño, macho». Con tal idiolecto pancrónico de quien llevaba seis siglos dando vaivenes por el túnel hispánico del tiempo de ida y vuelta, el bufón Francesillo de Zúñiga le había soltado tal conseja y fresca a Francisco de Goya, con quien solía departir en amenos coloquios. De inmediato, Goya dio los últimos retoques a La familia de Carlos IV. Desde una oscuridad recóndita, el pintor, que ya sabe —se lo acababa de anunciar Francesillo— que de todos los personajes de ese cuadro solo él permanecería en el túnel del tiempo reversible, mira de soslayo a La Familia. Luminosa y patética. ¡Ah, la familia regia! En 1800 está a punto de iniciar un proceso trisecular de intermitencia.

martes, 23 de julio de 2013

III, 33. Otra «nibola», 1. El rumano preguntón

Se estaba bien en la librería. Con su aire acondicionado y todo. Un buen sitio para echar el rato y esperar. Mientras hacía tiempo antes de encontrarse con Francesillo de Zúñiga, en la librería hojeaba distraído Francesillo de Azcoitia el reciente Memorial global del mundo mundial, que su primo le había prometido regalarle. Se lo iba a firmar, por supuesto. En la página 75, abierta —como mandan los cánones— al azar, leyó: «A Franco, quizá por ser tan bajito, le gustaba que le llamaran con superlativos: excelentísimo, generalísimo… Cositas así. Y se pirraba por ser encaramado al balcón más alto del Palacio de Oriente. Desde tan imponente calza de gloria y mármol, oteaba —vigía sin descanso— los horizontes de la reserva espiritual de Occidente. No se movían ni los futuros antifranquistas con efectos retroactivos. De manera que las fotos salían la mar de bien.»

domingo, 21 de julio de 2013

IX, 11. El juez y el historiador

Casi todos los últimos veintitrés años Adriano Sofri los pasó en la cárcel. Dos décadas de juicios —unas veces condenatorios y otras absolutorios— contra él y otros dirigentes y militantes del grupo izquierdista italiano Lotta Continua, fueron conformando «una historia judicial que sorprende por lo contradictorio y por lo infinito hasta en Italia» (L. Galán, en El País, 25-1-2000). Y que muestra lo complicadas y complejas que pueden ser la verdad y su búsqueda.

lunes, 15 de julio de 2013

IX, 10. Verdad, conveniencia y dudas

Procediendo de la novela de aventuras griega y caminando hacia una explicación racionalizadora —para su tiempo: neoaristotélica o contrarreformista—, Cervantes relata en el Persiles (1617) cosas que, por «extraordinarias», pondrán en entredicho todo el «crédito» ante el receptor, pues sucesos son que «tengan más de lo imposible que de lo verdadero»; así, las alfombras voladoras y los lobos que hablan (I, 8 y 18), fenómenos de ficción instantánea que significativamente se presentan juntos.

viernes, 12 de julio de 2013

IX, 9. Instantaneidad ficticia coherente o radical

Hay lectores u oyentes, como Mauricio, que no transigen del todo con el pacto del engaño. Son muy exigentes gentes con los textos instantáneamente ficticios, esos que desde el momento mismo de su escritura rehuyen el completo ajuste con las leyes de la que, por entendernos, seguiremos llamando realidad. Les solicitan adustos —sobre poco más o menos— que no sean muy radicales y, por tanto, que sus referencias resulten coherentes con las reglas dispuestas por los sacerdotes del poder jurídico y del poder científico.

domingo, 7 de julio de 2013

IX, 8. Ficciones instantáneas y progresivas

Lo sabemos: externamente, un texto literario no es menos real que una estatua, una barra de pan, un automóvil, un sueño, una cabina de teléfonos o un mapa. Por de dentro, en cambio, su sentido y organización forman un prisma: forjan una herramienta de contemplación e interpretación de la realidad.