sábado, 24 de junio de 2017

V, 22. Bibliografía con gato encerrado

Extraeré de la reflexión que condujo sobre la covada el doctor Gárate —copiándose entre ellos, los investigadores sociales del XIX estudiaron con gran detalle este fenómeno, del que podría aseverarse lo que «Lugones del canibalismo de los guaraníes: “Nadie lo vio”»— una segunda ley: «es difícil agotar una bibliografía. En cambio se pueden ver sus relaciones de dependencia e inspiración», pues «hasta las mismas palabras y erratas son llevadas de uno a otro» de los trabajos (Literaventuras, «III, 51. Del rigor de la ciencia social (2)»).

sábado, 10 de junio de 2017

V, 21. Gato jurisconsulto al horno

«El autor trata de epatar al lector con hechos desconcertantes que son la causa del éxito de escritores psicópatas». Justo Gárate extraía esta ley al explicar la falsedad de la covada (cfr. «III, 50. Del rigor de la ciencia social (1)») y asentar un principio universal sobre el vínculo entre el hambre (un «impostor voluntario») y las ganas de comer (la innumerable audiencia): un autor «entusiasta y carente de control crítico», de esos que «se aferran a lo extraño», suele afirmar «algo más de lo que puede comprobar», lo que termina echando raíces en el pueblo, hábitat en que «los mitos y errores» desarrollan su «gran tendencia a conservarse y perpetuarse».

domingo, 4 de junio de 2017

V, 20. El gato microondeado en la posverdad

La historia les será tan familiar como los gatos y los microondas. Al menos, anda extendida por la Red con sus variantes y 50.000 resultados en el almacén de ofertas baciyélmicas o verdadero-falsas de Google. «El (horno) microondas llegó para quedarse hace ya 67 años» (El plural.com, 26-8-2014) la tacha de leyenda urbana, ¿saben aquel que diu?: «la mujer que tenía un gato que se había mojado y que decidió meterlo en el microondas para secarlo», operación que «el minino» fue incapaz de soportar, lo que determinó su fallecimiento «ipso facto». Después, la microondeadora «decidió demandar a la marca del horno porque ‘no advertía de esa posibilidad’. La mitología callejera concluía que la señora había ganado el juicio y logrado una suculenta indemnización», y que después «un joven americano» siguió su ejemplo: «El autor de la animalada, lejos de recibir una suma de dinero por parte de la marca, fue condenado a labores sociales en su comunidad».