Extraeré de la reflexión que condujo sobre
la covada el doctor Gárate —copiándose entre ellos, los investigadores sociales del XIX estudiaron con gran detalle
este fenómeno, del que podría aseverarse lo que «Lugones del canibalismo de los
guaraníes: “Nadie lo vio”»— una segunda ley: «es difícil agotar una
bibliografía. En cambio se pueden ver sus relaciones de dependencia e
inspiración», pues «hasta las mismas palabras y erratas son llevadas de uno a
otro» de los trabajos (Literaventuras,
«III, 51. Del
rigor de la ciencia social (2)»).
sábado, 24 de junio de 2017
sábado, 10 de junio de 2017
V, 21. Gato jurisconsulto al horno
«El autor trata de epatar al lector con hechos
desconcertantes que son la causa del éxito de escritores psicópatas». Justo
Gárate extraía esta ley al explicar la falsedad de la covada (cfr. «III, 50. Del rigor de la ciencia social (1)») y asentar un principio universal sobre el vínculo
entre el hambre (un «impostor voluntario») y las ganas de comer (la innumerable
audiencia): un autor «entusiasta y
carente de control crítico», de esos que «se aferran a lo extraño», suele
afirmar «algo más de lo que puede comprobar», lo que
termina echando raíces en el pueblo, hábitat en que «los mitos y errores»
desarrollan su «gran tendencia a conservarse y perpetuarse».
domingo, 4 de junio de 2017
V, 20. El gato microondeado en la posverdad
La
historia les será tan familiar como los gatos y los microondas. Al menos, anda
extendida por la Red con sus variantes y 50.000 resultados en el almacén de ofertas baciyélmicas o verdadero-falsas de Google. «El (horno) microondas llegó para quedarse hace
ya 67 años» (El plural.com, 26-8-2014) la tacha de
leyenda urbana, ¿saben
aquel que diu?:
«la mujer que tenía un gato que se
había mojado y que decidió meterlo en el microondas para secarlo», operación
que «el minino» fue incapaz de soportar, lo que determinó su fallecimiento «ipso
facto». Después, la microondeadora «decidió demandar a la marca del horno
porque ‘no advertía de esa posibilidad’. La mitología callejera concluía que la
señora había ganado el juicio y logrado una suculenta indemnización», y que
después «un joven americano» siguió
su ejemplo: «El autor de la animalada, lejos de recibir una suma de dinero por
parte de la marca, fue condenado a labores sociales en su comunidad».
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