lunes, 26 de noviembre de 2018

IV, 24. Las patrias eran unos lemas (2)


Tal vez por ahorrarles el consumo de memoria a sus ciudadanos —¿o paisanos o súbditos o contribuyentes?— hay Estados que optan por elaborar bimembres sus lemas nacionales. Respecto de nuestro primer recuento, no cambia mucho el tenor de los patrióticos sustantivos empleados en las siguientes 17 confecciones. Bimembres copulativos son «Paz y progreso» (Japón), «Paz y justicia» (Paraguay) y «Orgullo e industria» (Barbados); otros dos instauran el equilibrio que se aprecia en «Libertad y orden» (Colombia) y en «Orden y progreso» (Brasil). Forma parte también de esta agrupación el lema de Argelia, tan de retrogusto diríase que de despotismo ilustrado del XVIII: «Para el pueblo y por el pueblo». Mucho más contundente, y quizá descarnadamente sincero, resulta «Por la razón o la fuerza» (Chile), que despeja cualquier duda sobre el instinto básico que inspira al Estado-nación.
Por su parte, unidad y libertad figuran de nuevo entre las piezas favoritas que dicen que sí, que aquí se alza una patria: «Libertad y unidad» (Tanzania), «Unidad y libertad» (Malawi), «En unión y libertad» (Argentina). A libertad pueden acompañarla otras palabras prodigiosas, no menos conocidas por reiteradas: «Libertad y justicia» (Ghana), «Libertad y democracia» (Taiwan). Más novedoso se presenta el lema que añade uno de los conceptos más radicalmente verificables, frente a tantos otros abstractos, y que sustituye la enumeración típica de los trimembres y el engarce copulativo afín a los bimembres, por el filo del abismo de la disyunción: «Libertad o muerte», corean al unísono Grecia, Uruguay y Macedonia. En cuanto a unidad, es machacona idea que puede ser remarcada mediante la inclusión del término que en la tabla periódica de los adyacentes expresa el átomo de tal concepto: uno. En «Una nación, una cultura», Armenia introduce la ecuación (cultura = nación) que, surgida durante el Primer Romanticismo (el del siglo XIX), perdura aún en el Segundo (siglos XX-XXI). Y si acaso algún transeúnte se preguntara por la identidad del engarce una + nación, el lema zambiano la aclara por las bravas: «Una Zambia, una nación».
El instinto básico nacional, garantizado por la unidad, es el de supervivencia, que los Estados prefieren pensar en términos de la mucho menos biologicista y más glamurosa permanencia. Para ello, lo mejor que se ha inventado es cohesionar a los varios elementos que conforman la idea —¿o será la Idea?— de patria, según sintomatizan los próximos 4 lemas, sustentados más o menos en la bimembración: «Unidad en la diversidad», coinciden en proclamar Sudáfrica y Papúa Nueva Guinea; «Unidos en la diversidad», acuerda Indonesia; «De entre muchos, un pueblo», proclama Jamaica.
Lemas nacionales hay (en concreto, 13) que, partiendo del modelo bimembrador, lo convierten en oracional, mediante el añadido del verbo que corresponda. En principio, el copulativo se presenta como más natural desde la perspectiva de la construcción bimembre: «Todos somos uno» (Mozambique); «Liderar es servir» (Islas Salomón). No es que hayamos llegado al colmo de la complejidad, pero «Juntos aspiramos, juntos lo logramos» (Trinidad y Tobago), «Cada uno esforzándose, todos lográndolo» (Antigua y Barbuda), «Vivan siempre el trabajo y la paz» (Costa Rica), «¡Patria o muerte, venceremos!» (Cuba) o «Teme a Dios y honra a la Reina» (Fiyi) suponen un pase a pantalla nueva con respecto a la x-membración meramente nominal. De todos estas predicaciones, las que mejor sintetizan el instinto básico estatal y nacional pudieran ser las de la siguiente colección de semejanzas: «La fuerza está en la unidad» (Georgia),  «La unión es la fuerza» (Bolivia) o «La unión hace la fuerza» (según Bélgica, Bulgaria, Haití y Malasia). La fuerza de la unidad que cohesiona hacia dentro y que se esgrime retadora hacia fuera.
Ah, la fuerza. El estático, cuando no extático, núcleo del pulso estatal.


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