martes, 23 de septiembre de 2014

II, 14. Las cartas sobre la mesa

En la «Parte analógica», que es el diccionario ideológico propiamente dicho del Casares, se cobija la entrada interpretación (p. 246). Donde se dispone una baraja léxica compuesta por cartas que voy a ir mezclando ya, porque, oigan, no puedo limitarme a transcribir, y reordenar resulta además otro modo de interpretar o, cuando menos, de glosar.
Están, por ejemplo, los naipes que enseguida saltan a la vista (o a la boca):

interpretación (y sus socios interpretar, interpretativo o interpretativamente), comprensión, explicación (y explicar), glosa (y glosar), comentario (y comentar), exposición (y exponer), lección, lectura (y leer), justificación, tergiversación, sentido (y ya puestos, sentido acomodaticio), significación, traducción (y traducir), descifrar.

Se ponen sobre el tapete otras cartas que lo mismo apenas asociaríamos automáticamente con esto de ir y ponerse a interpretar:

inteligencia (y entender), impugnación, sugerimiento, alegorizar, tomar por, atarse a la letra, vocabulario, literal, lato.

Hallamos, por fin, naipes que no suelen venírsenos a las manos (o a las mientes) así, a la primera. Cartas como de póquer griego o tute hebreo:

exégesis (y exegético), paráfrasis (con parafrasear y parafrástico), hermenéutica (y hermenéutico), anagogía (y anagógico y anagógicamente), anagoge, cábala, masora.

En esta reordenación que acabo de presentar, se aprecia que el estilo es un asunto de frecuencia de uso, es decir, de estadística. Nos topamos con lo más esperado, hablando de interpretar, en la primera serie; lo más sorprendente se agazapa en la rebuscada serie final. Un estilo que llama la atención es una forma de escribir de baja frecuencia estadística.
Las pasarelas de cursis están hoy venga de reclamar a todo quisqui el que tenga relato o disponga de narrativa. ¿Qué será entonces de un texto —cualquier texto— que no cuente con personajes que se muevan de aquí para allá, por entre los márgenes del folio, y practiquen su bricolaje de ideas? Ahí van los nuestros, que completan la baraja fabricada por don Julio Casares:

intérprete, interpretador, hermeneuta, interpretante, parafraseador, parafraste, exegeta, escrituario, escriba, rabino, decretalista, expositor.

Como habrán notado, hay palabras que he tiznado en negrita. Son las cabeceras de otros catálogos léxicos. Quiere decirse que podríamos seguir fatigando los vericuetos del Casares; pero detengámonos de momento, que explorar un diccionario se antoja tarea que tiende al infinito. Y el infinito no parece compañero deseable para unas prisas ni para escribir —o, como se dice ahora, construir— un texto.
Y menos en tiempos de Twitter.


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