El
tamagochi del blog exige que lo alimente, que ya son días. Sucede que los
nochinoviembres no me han inspirado nunca. Así que este bloguero, que va algo
liado —por si fueran poco el viento frío y las noches con prórroga— en madejas
de encrucijadas de eso que antes se conocía, en el coloquio digo, como vida
real y resultaba ser, hablando técnicamente, flujo espaciotemporal que se
escapa del cedazo de las redes sociales, sigue varado en su yo de ex poeta: los versos nos salvan
(parcialmente, por supuesto) de tantas perplejidades y ansiedades, no menos que
del exceso de importancia y compostura. Que acabo de acordarme, quiero decir,
de esta «Senda de espuma». Ustedes perdonen.