La génesis del proceso de la agudeza (o
conceptismo) es una intuición que Gracián capta muy gráficamente —o
sea, muy ramonianamente—
como «prontitud». Este chispazo va conduciéndose por hilos de rauda electricidad
comparativa: una instalación de «artificiosa proporción» y «agradable propiedad»
que mueve a «buscar correspondencias» de proporción (mediante la vista) y de
consonancia (con el oído). La agudeza opera, pues, encontrando mínimas afinidades
entre un «sujeto» o «centro» y sus «adjuntos» o «circunstancias». Gracián llama
a todo ese proceso conceptear o sutilizar. Una teoría sobre el modo en
que funciona el pensamiento humano.
Y, de pronto, una mente especialmente aguda
consigue el «prodigio» «del sutilizar». Muy pocas veces, por supuesto, sucede:
cuando «un grande ingenio va más allá de exprimir correspondencias». Góngora,
sí. Eclosión del universo. O Ramón. A esos espectaculares momentos de big bang de la inteligencia —conexión de
memoria activa y percepción despierta— deberían dedicarse los más finos ensayos
de laboratorio de las clases de literatura. Si no fuera por el programa.
En Agudeza y
arte de ingenio, Gracián sigue desplegando el suyo. Bautizando como semejanza al «tercer principio de
agudeza sin límite», sostiene que de ella «manan los símiles conceptuosos y
disímiles, metáforas, alegorías, metamorfosis, apodos y otras innumerables
diferencias de sutileza»:
3.1.
En la imagen «caréase el sujeto […] con
un término extraño», pero «conforme» con él. Como en la gimnasia visual de Ramón:
«El queso Roquefort tiene gangrena».
3.2.
De la semejanza formada se contenta Gracián
con decir que «no siempre es menester poner formada la semejanza […], que bastantemente se percibe». Supongo que se refiere a las muletas como, como si, parecer, ser una especie de, en forma de... Muchas greguerías se construyen así: «Los recuerdos
encogen como las camisetas»; «Templar bien el agua del baño es como preparar un
buen té»; «Los perros nos enseñan la lengua como si nos hubiesen tomado por el
doctor»; «El león en su jaula parece vivir de renta»; «El rayo es una especie
de sacacorchos encolerizado»; «Lo más bonito del cristal es cuando se rompe en
forma de telaraña».
3.3.
La semejanza con condicional es «modo
de discurrir» en que «se adelanta el ingenio a lo que no se atreviera
absolutamente». En Ramón: «Si el burro comiese carne, sería el animal más feroz
de la creación»; «Si el espejo corriese de pronto su cortina de azogue,
veríamos nuestra radiografía». Creo que esta máquina
de fotografiar esqueletos fascinaba
tanto a Ramón porque las radiografías ofrecen seguras instantáneas
del futuro.
3.4.
Semejanza por ponderación misteriosa,
dificultad y reparo: «unas veces dan ocasión para dificultar, otras veces a
la dificultad sirven de salida con mucho artificio, y esto es lo más ordinario»,
como ocurre —quien lo probó lo sabe— en la greguería «Cuando la mujer mira al
trasluz sus medias se produce el eclipse del mundo».
3.5.
Ponderación y argumento por semejanza
sentenciosa: «Válese con grande artificio el ingenio de las semejanzas para
sacar una moralidad provechosa», afirma el padre Gracián. Dicho a lo ramoniano:
«El Creador guarda las llaves de todos los ombligos».
3.6.
En la desemejanza «se hace el careo
al contrario», «mostrando la diversidad» «entre el sujeto disimilado y el
término a quien se desemeja». Así, en la greguería «Los pararrayos hubieran
sido inútiles en el diluvio universal. Por eso se inventaron mucho después». Si
me pongo ramoniano, en la desemejanza hace la agudeza el pino.
3.7.
Paridad o comparación es una
«paralela combinación», bien absoluta,
pues «se propone determinantemente y se funda en la conformidad ajustada entre
el sujeto y el término», como en esta
greguería: «La palabra más vieja es la palabra “vetusta”»; o bien condicional, fingida y ayudada, en la
que se llega «a discurrir lo que no es»,
porque no está «ajustada del todo la correspondencia […], y entonces, o la
acaba de formar el discurso o la exprime condicionalmente», como en Ramón: «La
luna pasa incólume por el cielo porque en el reverso lleva escrita la palabra
“frágil”». Donde se trasluce —asombroso
ping pong verbal— la luna de cristal.
3.8.
Disparidad: su «fundamento» es «la
diversidad o contrariedad entre los dos extremos disparados». Sea este caso
ramoniano: «Los que no quieren que se fume en el vagón no comprenden que si la
locomotora no fumase no se movería el tren».
Razón
que le sobraba a tal disparo o disparate… En estas íbamos cuando llegó don Contexto
Histórico —famosillo personaje positivista en las clases más inertes de
literatura—, dispuesto a romper hechizos o prodigios y posicionar —él habla así—
como correlativos el tren y el cigarrillo eléctricos.
Menos
mal que sonó el timbre de salida.
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