Ante
la Sociedad de Conocedores del Asesinato, De Quincey hace disertar a su
conferenciante de 1827: «En este mundo todo tiene dos lados. El asesinato, por
ejemplo, puede tomarse por su lado moral (como suele hacerse en el púlpito y en
el Old Bailey) y, lo
confieso, ése es su lado malo, o bien cabe tratarlo estéticamente —como dicen los alemanes—, o sea en relación con el
buen gusto» (Del asesinato considerado como una de las
Bellas Artes). El aserto resultará insuficiente a ojos de los venideros
cubistas, y por completo banal después de la discusión relativista sobre el
baciyelmo (Don Quijote, I, 45); pero, a pesar
del déficit de su tan simplista binarismo, partamos de él para recorrer otro ya
famoso jardín
de senderos que se bifurcan.