Al
leer un texto esperamos no sólo que nos dé la razón, sino encima que lo haga
del modo en que lo queremos. Ya saben: sujeto, verbo, predicado. Esa
simplicidad. El método de
la IAG, sin embargo y sin concesiones, resulta mucho más acorde con la complejidad del mundo.
Al que se supone que hacen referencia los textos.
lunes, 30 de julio de 2018
domingo, 8 de julio de 2018
IX, 48. IAG 1.0
El peregrino que visite el de la Ciencia Museo de Granada topará, cuando encamine sus pasos hacia la entrada, con inquieto, si no inquietante, cronómetro. Que persistente desgrana, en cómputo raudo y fatal, el número de individuos del humano género que sin descanso se incorporan a la tarea de ocupar el planeta. Si dos horas durase su vagar errante por las estancias del museo, el peregrino comprobará a su salida los muchos miles de criaturas que acaban de llegar, en tan breve lapso, a este mundo. Cuyo gran cambio no es sino el de la superpoblación: «número crece y multiplica voces», que dijera Góngora (Soledades, I, 232). La plaga que no previeron, antes de nuestro siglo, los incapaces dioses. Imposible gestionar con nuestras herrumbrosas herramientas tantos big data asociados a esa multiplicación. De modo que la inteligencia ha de evolucionar para comprender y enfrentar tamaña complejidad. ¿En inteligencia artificial (IA)? Si así fuera, qué mejor entrenamiento iniciático que la Inteligencia Artificial Gongorina (IAG).
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