sábado, 1 de junio de 2013

III, 31. Ave cargada de relatos y sentidos

En Safo, ruiseñor literario, al que María Rosa Lida dedicó esclarecedoras, precisas y bellas páginas en sus Estudios sobre la tradición clásica en España; golondrina en los otros, estas aves han sido fuente constante de dicción poética. Ambas encontraron además una formulación mítica que remarcó de nuevo su carácter de nuncios de la primavera.
Tereo, rey de Tracia, casó con Procne y se enamoró luego de la hermana de esta, Filomela, a la que violó, cortó —para que no relatara el crimen— la lengua y encerró. Pero Filomela pudo narrar lo sucedido tejiendo sobre un tapiz varias escenas alusivas a la acción infame y criminal de Tereo. Enterada por este medio, Procne liberó a su hermana y juntas se vengaron del monarca: mataron a Itis, hijo de Tereo y Procne, y lo sirvieron al rey como manjar en un banquete. Horrorizado, Tereo persiguió a las hermanas, y los dioses terminaron transformando a los tres en aves: en abubilla al rey, a Procne en golondrina y en ruiseñor a Filomela.
Este mito tuvo larga tradición en la literatura occidental. Ovidio, entre muchos otros, lo relata en el libro VI de las Metamorfosis; Lope de Vega lo poetiza en La Filomena. Abre la oda IV, 12 de Horacio una referencia astrológica y cronológica que fusiona las alusiones a la llegada de la primavera y al dúo Procne-Filomela, pues no está clara la atribución exacta del animal metamorfoseado a una u otra hermana. En la nota correspondiente a su traducción de Epodos y Odas horacianos explica Vicente Cristóbal —philologus en el más pleno sentido de la palabra, ya desde su nombre de humanista clásico— que con e larga Filomela significa ‘amante de los establos’, lo que apuntaría a un lugar favorito de las golondrinas para nidificar; con e breve quiere decir ‘amante del canto’, que cuadra mejor con los ruiseñores, a juzgar por la cita petrarquesca referida al mal canto de las golondrinas y ya traída aquí. Sea el texto del poema horaciano en la versión de Cristóbal:

Ya el cortejo de la primavera, las brisas de Tracia, que sosiegan el mar, empujan las velas; ya ni los prados siguen helados ni rugen los ríos, hinchados de nieve invernal. Sitúa su nido, llorando lacrimosamente a Itis, el ave infeliz y de la casa de Cécrope oprobio eterno por haber castigado cruelmente la salvaje lujuria de la realeza.

La formulación que siglos después dio Alciato al motivo de la golondrina se aproxima tanto a su configuración simbólica (nuncio de la primavera) como a la mítica (Procne). En la traducción de Bernardino Daza Pinciano, Los Emblemas de Alciato. Traducidos en rhimas españolas. Añadidos de figuras y de nuevos Emblemas (Lyon, 1549), el emblema LIV, «Que a el que sus cosas consumió, no se le han de confiar las ajenas», dicta:

¿Por qué en la estatua de Medea hiziste
(Di, golondrina) aqueste nido amargo?
¿Qué bien en quien mató a sus hijos viste
Por que en los tuyos tenga más cuidado?

Para ilustrar la perfidia, este emblema muestra a una golondrina volando hacia una estatua, que a su vez representa a una mujer clavando una espada a un niño, al que sostiene entre sus brazos. Nada hay casual en el arte clásico: Medea y Procne compartieron la misma criminal reacción para castigar al respectivo marido que las había traicionado.
El emblema C, «Los quatro tiempos del año», se dedica a la Natura. Su grabado consiste en un árbol y tres aves: al pie, sobre una rama y dirigiéndose hacia él, respectivamente. Pero sobrevuelan el poema cuatro aves-nuncio. De otras tantas estaciones. Es que los poetas y el pueblo han sido los primeros semiólogos de una naturaleza que se lee en señas y enseñas:

Muéstranos la Inverniza ser venido
El invierno, y la golondrina enseña
El verano venir fresco y florido.
Del estío el Cuclillo es cierta seña,
Y sólo en el invierno es conoscido
Venir al tordo por muy cierta enseña.

Lo que Daza tradujo como Inverniza es el original latino frigilla, ‘pinzón’; y vierte el vernam, ‘primaveral’, de Alciato como verano: de todos modos, la primavera es, a su vez, un anuncio del verano. Un primum ver.
Por fin, en el emblema CLXXIX, «Que no se deven hazer mal los semejantes», una golondrina porta en su pico una cigarra y sobrevuela unas ruinas. El texto, incluido en el apartado de la Sciencia, apostrofa a la golondrina con su nombre mítico:

Por qué con tal violencia
(Di, Procne cruelíssima)
A la cigarra apremias
A tus hijos llevándola?
Siendo aves tan simílimas,
Tú música, ella música,
Tú huéspeda, ella huéspeda,
Tú que el verano annuncias,
También ella anunciándole.
No la maltrates, déxala,
Que los de un mesmo officio
No es bien hazerse injuria.

Alciato sintetiza, pues, todos los caracteres adjudicados al signo golondrina en este apartado de una historia de la poesía delineada por el Espíritu unificador.

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