El
día después, albricias, de que el tedioso y odioso calendario te obsequiara, en paradójica
gracieta, con otro año. Te pegas el enésimo madrugón de tu vida laboral. Dispuesto,
no faltaba más, a cumplir con la misión. Séase: contribuir, desde humilde aula,
a eso que el buen pueblo llama la culturización.
Cualquiera que fueren los significados de tales palabros, culturización y pueblo, ya
hubo quienes sostuvieron sin pestañear que molaban mazo: la culturización y el
pueblo, digo. Serían los
expertos; gentes que, por la manía de distinguirse de los subordinados, en
sus lustrosos informes van ya por la aculturación: que
comentar la factura del teléfono también es cultura, coño. A lo que iba:
agarras, vas, te levantas, enciendes el periódico y constatas que la Prensa es
que no para: otro aluvión de noticiones. A cuál peor. El de hoy: que es que no
nos enteramos.
Ha
llegado otra remesa de expertos, de la UNESCO, la OCDE u otro organismo
marciano, y han preguntado al personal multinacional. Que los han evaluado,
para ser más preciso que una balanza romana. Hay quien se ha dejado y ha
respondido al jeroglífico. El resultado: «El
PISA de adultos también deja a España a la cola de la OCDE» (El País, 8-10-2013). Y se ha vuelto a
liar. El también es que escuece una
barbaridad en según qué contextos. Y que si venga de siglas, influjos
legislativos y franjas de edad, que si la culpa es de la LOGSE, que si mira
Finlandia, medio congelados todo el santo día, pero más listos que nadie, que
si cómo van a ser adultos los de 16 años o los de 65, que si la primaria es
como es, el bachillerato es así y la universidad asá. Un follón.
Al
parecer sumamos a duras penas, y de raíces cuadradas ya es que ni mu, nos
cuesta menos la factura de la luz que entenderla, interpretamos de aquella
manera un prospecto farmacéutico, y luego pasa lo que pasa, que venga de
automedicación, y leer un capítulo del Quijote
como que se nos hace muy cuesta arriba. (Yo es que no sé qué pasa, pero el Quijote sale mucho en estas cosas de la
culturización.)
Como
a mí no me han preguntado, que se ve que estaba de celebración y cumple, voy a
autoevaluarme, que dicen los pedagogos que es actividad sana y recomendable.
Como la de hacer footing, pero es que
ahora no quiero levantarme a buscar el chándal. Mejor me cojo un texto de la
sección de Economía y lo comento. A ver qué (me) pasa. A fin de cuentas a uno
le pagan por hacer comentarios de texto, y procura, con ciertas dosis de
filología ecológica, que el texto no desmaye con el comentario y acabe en el
cementario.
El
autoevaluador (un servidor, ya digo) elige este artículo: «Bankia
aplicará una quita del 39% en las preferentes vendidas a particulares» (El Mundo, 28-11-2012). Y se envalentona:
nos vamos a enterar. Enseguida cae en la cuenta de que esto que ha anotado es
ambiguo que te pasas, pero va el tipo y, como si nada, se pone a leer a la par que a
interpretar:
El descuento que aplicará BFA-Bankia a los clientes con preferentes será
del 39%, dado que el precio de canje se estima en el 61%, según ha informado la
entidad, confirmando la noticia que ha adelantado EL MUNDO en su edición de
este miércoles.
Sumar
o restar, que no se sabe bien qué es lo que decidirá Bankia o BFA-Bankia, da
muchos puntos en el PISA de las gentes mayores. Así que satisface al
autoevaluador el comprobar que lo que es sumar sigue sabiendo: 39 + 61 = 100.
Si «los clientes con preferentes» tenían el 100%, ahora van a tener el 39% o el
61%, pero el 100% queda ahí, macizo como una roca. Ya le entran dudas al
intérprete de si la quita del título,
que tiene pinta de muy bestia, es equivalente al amable descuento del primer párrafo, pero como la lengua aún no es
matemática, pues ya se sabe: que sinónimos perfectos no existen. Vamos, como en
la economía: el 61% se estima, pero
el 39% será. O sea, que el 100% es el
100% más o menos. O casi. Comienza a sospechar el autoevaluador que los
clientes preferentes lo llevan claro. En este punto, discutiría quizá la conveniencia
de la rima interna clientes con
preferentes en un artículo serio de economía seria: ¿cómo va a informar
Bankia, que está hecha una entidad,
con músicas celestiales? Y ya puesto, se alegra de que EL MUNDO, que por ser
aún más serio se escribe todito con mayúsculas, se adelante a los hechos o,
como sinonimizan en la Redacción, las noticias.
Este tiene que ser un periódico de fiar, sí señor. Desde el futuro nos alumbra.
Metido
ya en harina, al autoevaluador empiezan a caérsele los palos del sombrajo: «El
banco ha señalado que el descuento para los clientes de instrumentos híbridos
minoristas oscilará entre el 46% y el 14%, sin incluir en estas cifras los
intereses ya percibidos por estos títulos.» Esos instrumentos híbridos minoristas recuerdan el verso de Rubén, «Que
púberes canéforas te ofrenden el acanto», del que Lorca decía que solo había
entendido el que. Yo, apenas, el oscilará: que en finanzas se atisba como
verbo clave. En cuanto te descuidas, oscila la cartera. La tuya.
A partir de ahí, el autoevaluador desiste. Que se
suspende, vamos. Porque el texto serpentea por invocaciones entre divinas («deuda subordinada perpetua») y belicosas
(«deuda subordinada con vencimiento»), amén de chachachás («test
de estrés»). Al fin se descubre que la entidad no era Bankia ni BFA-Bankia,
sino un ser autónomo y olímpico que miraba a las otras desde alturas
metafísicas: «La entidad destaca que la ampliación de capital en Bankia está “totalmente”
garantizada por BFA.» Aun suspendido y desculturizado, se tranquiliza el
autoevaluador.
En la cola de la OCDE, vale, pero a mí que no me digan: BFA tiene que ser
la rehostia de benéfica y magnánima.
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