miércoles, 8 de mayo de 2013

IV, 12. El viejo, la niña y Pilar Rahola

A ver, solo / sola para que yo / ya me entere. ¿Hay que seguir escribiendo con exquisitas barritas diagonales que nos hagan aparecer como políticamente correctos / correctas, o la censura / censuro de escritura / escrituro tan plasta / plasto se ha terminado / terminada? Censura que ampara el pensamiento primitivo de que las palabras son las cosas; en este caso, que el género gramatical es el sexo. A ver si nos lo curramos un poquito antes de la próxima prohibición: apañados iríamos buscando placer con una –a y con una –o.
Lo digo porque venía esta tarde en el coche atento a la sabiduría emanada de «El Gabinete», de Julia en la Onda, una de tantas tertulias de nuestros / nuestras medios / medias, y hete aquí que mis oídos topan con las palabras siempre objetivas de doña Pilar Rahola. Una lumbrera de señora. El asunto era de calado: don Alfredo Di Stéfano, alias La saeta rubia, presidente honorífico del Club del Señorío —que en consecuencia fue entregado a un macarra inseguro o narcisista que le decían entrenador de vanguardia—, ha decidido convertirse en personaje de Leandro Fernández de Moratín. ¡Hala Madrid!
Tampoco quiero provocar sugiriendo que Di Stéfano hubiera alguna vez leído a Moratín ni a nadie, faltaría más. ¿A qué a estas alturas La comedia nueva o El viejo y la niña —sujeta a la censura, costumbre de cualquier época—, obras que creo de moda cuando el Bachillerato se dedicaba al estudio? ¿O a qué las sesudas y sexuales Fábulas futrosóficas, que se atribuyen a don Leandro y lo mismo vendrían más a cuento del asuntillo de marras?
Nada de esto: solo decía que Di Stéfano ha pasado de correr la banda cual futbolística flecha, o saeta, que es más fino, a otras corridas tan respetables como envidiables. Que se nos quiere casar, vamos, con una estupenda señora cincuenta años más joven. Ya digo: El viejo y la niña de Moratín. Don Alfredo, personaje de comedia.
Pero hete aquí que no ansían los hijos del presidente de honor mami nueva, aunque honorífica, ni en consecuencia nueva heredera. Y que han reclamado al juez que a su querido progenitor lo inhabiliten. Todo nada más que por su bien. Ganas de joder —por un quítame allá unos eurillos— últimas sonrisas y una felicidad casi póstuma. Pero a lo que iba. En el susodicho think tank con que las ondas divinas nos han agraciado hoy («El Gabinete», Onda Cero, desde el minuto 03:05 hasta el 03:25, segundada de antología), doña Julia Otero, alta dignataria del progresismo / progresisma de España / Españo, agarra, va y se suelta con un comentario sobre la costarricense Gina González —proyecto de esposa de Di Stéfano— que, si no fuera porque viene de la santa voz de la beatífica Otero, inspirada por los dioses / las diosas del Igualitarismo, uno / una diría que como que sonaba a clasista y a su aquel de xenófobo:

— Es licenciada en Derecho, ¿no?... No, lo digo para que no crea la gente que estamos hablando de una persona que poco menos que vino aquí a limpiar escaleras.

Ahí, doña Julia, con un par… de bulas progres. Que una / uno se las gana durante ardua vida meditativa dedicada a la oración y la homilía del Progreso Indefinido, y entonces puede decir lo que le venga en gana sin temor a pecar. Lo cual / la cuala que enseguida doña Pilar Rahola se nos animó y / o vino arriba. Doña Rahola, por si no lo saben, ejerce de sacerdotisa de todas las religiones puríficas: el independentismo / independentisma, la izquierda estrafalaria de la gente bien y sobre todo el feminismo / feminisma. Así que, oyendo a santa Julia, le sobreviene trance de bacante. Pues buena es ella. La ilumina desde las alturas sacras lo de «licenciada en Derecho», una revelación, se toma su momento de impulso para desatascar su ingenio, esfuerzo de concentración que seguro le impide escuchar la ocurrencia sobre las escaleras, y añade al perfil de Gina González:

— Se debe conocer bien los planes de pensiones.

Frase que ha generado en mi mismo interior el pasmo con que abría este post. Como iba conduciendo, he puesto el warning y me he tenido que parar. Para asimilar el desparpajo de tanta incoherencia. Si santa Rahola puede hacer la gracia machista / machisto de sugerir que una mujer que dicen que va a casarse con un anciano, venga o no de limpiar escaleras, es una pesetera, ¡la muy… pesetera!, supongo que es que los censores han liberado a la escritura de las dichosas barritas. Y yo sin enterarme.

— ¡Qué mala eres, Pilar! ¡Qué mala eres! —apostillaba / apuntillaba Julia Otero, haciéndose la virgen inocente tras preparar el despelleje de Gina, la fantástica.

Sabemos todos los mortales que lo que profiera La Bella Otero, conductora de programas y creadora de opinión, no puede ser sino verdad de la buena. Así que, aunque solo las he usado una vez (y ha sido en este post), desde ahora me propongo prescindir de la pesadez hipócrita de las barritas.
Las muy puras.

3 comentarios:

  1. José María P:H:9 de mayo de 2013, 1:53

    El género degenera. Se eleva un accidente gramatical a categoría sexual y, como el progreso progresa, se complica el lenguaje para no molestar a los santones y santonas de hoy.

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  2. Gracias, Gaspar. De esa cadena a mí me llama la atención el presidente. Pone velas a Dios, al diablo y al conserje del purgatorio. Por si acaso. La combinación Carlos Herrera / Julia Otero es como poco singular...

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    1. Razón que te sobra, José Ángel. Es presidente aristócrata y republicano, todo en uno, vaya a ser que... Y sus nichos de mercado, bien distribuidos: a la de Tres, por la derecha; a la Sexta, por la izquierda. Los oyentes-votantes todo lo aceptan, con tal de que a cada quien le regalen sus oídos.

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