sábado, 4 de mayo de 2013

X, 6. Palabras para el pueblo

Montañeses, montaraces y ultramontanos. Quién sabe quién leerá a quien redacta. Jubilados, maduros y barbilampiños. Como para seguir creyendo quien escribe que selecciona a sus lectores. Medianos y menguados, castaños y morenos. ¿Quién pasará sus ojos verdes o marrones por estas líneas?
Despacito y buena letra. Pobres, perdidos, potentados; próximos, prójimos, completos desconocidos; comunistas, liberales, democristianos; judíos, moros y cristianos; jardineros, médicos, abogados; dependientes, arquitectos, comerciales; ágrafos y ácratas, ateos y beatos, doctos y desesperados, solitarios y solidarios, seniles y juveniles… ¿Quién contentará o contestará a todos, siquiera a algunos?
Un poco de estilo, alguna idea, aunque no brillante. Cinéfilos, agorafóbicos, cómicos de la legua, lenguaraces, eufemísticos, enfermos y enfermeros, testaferros y enterradores, simpáticos y peripatéticos, sedentarios y senderistas, oficinistas, parados, cajeros, más parados, inversores, parados de ayer mismo y de larga duración… ¿La lectura como consuelo, aboliendo el tiempo?
Una cita aquí, otra allá, sin mucho molestar. Antiguos y modernos, honrados y descuideros, estudiantes y alumnos, clases pasivas, militares en la reserva activa, sindicalistas, patronos y profesores, patriotas y pancarteros, frailes y misioneros… Qué mundo tan esquivo y movedizo.
Silencio. Elocuente silencio. Quien escribe se tienta la ropa y roza la tentación del silencio. Ante tanto discurso opuesto, proferido y preferido a voces, altanero, incoherente, autocomplaciente y autocontradictorio. ¿Para quién escribir? ¿Por qué hacerlo? ¿Para todos? ¿Para ese gigantesco puzle de piezas desiguales que los portavoces parlamentarios llaman pueblo?
Si es que cualquiera de nosotros forma parte de muy diversas minorías.

2 comentarios:

  1. José María P:H:7 de mayo de 2013, 1:57

    Y es que escribir para el pueblo resulta vago y vaporoso. En la primera parte de El Quijote(cap. XLVIII) hay un animado coloquio entre el canónigo de Toledo y el cura sobre libros de caballerías. Confiesa aquel que empezó a escribir uno de esos libros y abandonó "puesto que es mejor ser loado de pocos sabios que burlado de los muchos necios, no quiero sujetarme al confuso juicio del desvanecido vulgo." Por tanto; el pueblo, si vulgo, sería de juicio no racional, fácil contento y con tendencia al disparate.
    Y es que escribir para el pueblo puede ser obtuso y obstinado. A Juan de Mairena le preguntaron si el escritor debía escribir para las masas y contestó "que existe un hombre del pueblo, que es, en España, al menos, el hombre elemental y fundamental y que está más cerca del hombre universal y eterno. El hombre masa no existe...". El pueblo, si masa, sería algo deforme y viscoso, difuso.
    Y es que escribir para el pueblo, si pueblo, ¿es posible?. Decía Mairena: "escribir para el pueblo...!qué más quisiera yo! Deseoso de escribir para el pueblo, aprendí de él cuanto pude, mucho menos, claro está, de lo que él sabe."
    Lo mejor de escribir es que no se sabe para quién y ese quien sí lo sabe.

    Disculpas por el extenso comentario. Tu excelente artículo plantea un asunto de gran interés (al menos para mí).

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por el comentario, José María, más que extenso, sugestivo al máximo. La verdad es que mezclé dos asuntos: la escritura, que siempre busca lectores, y el estereotipo semántico "pueblo", sobre el que quise apuntar que no tiene referente posible, como no sea ficticio (o sea, dependiente de una ideología). La frase final es la que me rondaba por la cabeza antes de empezar. Todo lo anterior debía encaminarse hacia ella, conformando el tema principal (¿a qué llamamos "pueblo"?) y la perspectiva (la de quien escribe). Cervantes y el mejor Machado, el de la prosa, convocados oportunamente por ti, resultan en este asunto de lo más instructivos.

    ResponderEliminar