Lleva
el blog sin actualizarse unos cuantos meses. Los que el autor ha dedicado a menesteres más compatibles con los géneros literarios del acta, del
informe y del reglamento. También del discurso. Sirva esta laudatio,
pronunciada el 9 de marzo del presente año de gracia, para dar testimonio de tales
tareas otras:
Excelentísimo
Señor Rector Magnífico de la Universidad de Málaga
Autoridades
Queridas
compañeras y queridos compañeros del Claustro de la Universidad
Estimados
nuevos doctores y doctoras por nuestra Universidad
Dicta
el calendario que el 9 de marzo es el día que sigue al 8 de marzo.
Indispensables resultan los procedimientos (y el calendario es uno de ellos), para
asentar y asegurar las conquistas de la racionalidad. Respetándolos, procederé
entonces vinculando la celebración de hoy con la de ayer.
Con
la inicial oposición del Claustro de la Universidad de Alcalá de Henares, es de
comprender que fácilmente vencida por el impulso regio, el de un Carlos III en
feliz alianza con la vanguardia ilustrada, alcanzaba María de Guzmán, un verano
de 1785, el grado de doctora en Filosofía y Letras: la primera doctora española.
Su tesis, sobre el De anima aristotélico,
defendida en latín, en griego, en francés, en italiano y en español, mereció la
aprobación cum laude por parte del
tribunal. Relatan las
crónicas cómo, después de aquel acto,
la
comitiva iba precedida por tropas de Infantería y Caballería, que al son de
clarines y timbales fue abriendo camino entre la multitud que presenciaba el
desfile académico. Rodeada por los Profesores iba la nueva Doctora en silla de
manos, escoltada por los criados de su casa, con libreas de gala.
Es
que el acto iniciático de defensa de una tesis doctoral, aunque hoy más
atemperado que hace unos siglos, ha gozado siempre de cierto relieve institucional,
social y familiar.
Casi
cien años pasó en soledad la memoria de María de Guzmán, hasta que Dolores
Abreu y Martina Castells se convirtieron, esta vez en Medicina, en las dos
siguientes doctoras españolas. La tesis de Castells, que defendió un otoñal octubre
madrileño de 1882, trató sobre Educación
de la mujer. Educación física, moral e intelectual que debe darse a la mujer […].
Allí sostuvo «la relación que
existe entre la educación de la mujer y la perfección de la Humanidad»:
¿Quién dejará de comprender que a medida que la
mujer se perfeccione, se perfeccionarán los seres que tan enlazados se ven con
ella? ¿No procuramos que el terreno destinado al cultivo sea fértil en relación
con lo que pensamos recoger?
Preguntas de Castells que, por retóricas, sólo
pueden recibir una respuesta: la consignada —digámoslo en términos orteguianos—
en la misión de la Universidad: son
las mujeres y los hombres perfeccionados en la dura disciplina de la
racionalidad radical, los llamados a perfeccionar a quienes vivan, trabajen y
gocen (gaudeamus igitur…) con ellos.
Porque vosotros, y permitidme el tuteo
humanístico, que reconoce la igualdad en el más alto y digno grado del cursus universitario, vosotros, los nuevos
209 doctores del año académico 2014-2015 por la Universidad de Málaga, os habéis
formado en el abordar problemas metódicamente: extrayendo datos, analizándolos,
correlacionándolos e imbricándolos en hipótesis, para tratar de resolver los
problemas en coherencia con una trabada línea de investigación. Frente a lo
habitual del pensamiento dogmático y del comportamiento cansino y cansado, que
consiste en crear problemas para cada solución y en lamentarse luego de que la
realidad ande tan equivocada, vuestros directores y tutores os han mostrado otra
senda —«a través del camino» es lo que precisamente significa el término griego
método—, senda tanto más fructífera
cuanto más ardua: si la hipótesis no explica el conjunto de hechos y relaciones
parcelado por el trabajo de investigación, es la hipótesis la que debe ser
refinada o, en su caso, rechazada. Esa ha sido vuestra tarea durante los años
de conformación de vuestras tesis doctorales: describir y explicar pequeñas,
aunque siempre complejas, parcelas de la realidad, asumiendo que, cuando el
propio esfuerzo conduce a un callejón sin salida, debe desandarse el camino
para afanarse en buscar alternativas. No otra es la dimensión de la ética, que
con razón denominó Savater la tarea del
héroe.
Vuestros esfuerzos, sin duda heroicos, han sido
coronados por el éxito. Sois las nuevas doctoras, los nuevos doctores por la
Universidad de Málaga. Congregados hoy en el Paraninfo de nuestra Universidad,
reconocemos vuestro excelente trabajo, vuestras duermevelas inquietas, vuestras
horas vertidas en afrontar y resolver problemas. Reconocemos también en este
acto la vocación y el mérito de vuestros tutores académicos y vuestros
directores de tesis: profesores e investigadores voluntariosamente volcados en
guiaros, en ayudaros, en compartir con vosotros el saber adquirido y la ciencia
conquistada durante largos años de dedicación universitaria.
Recoge la previsión clásica que el verdadero
discípulo es el que supera a su maestro. Aceptándola de buen grado, éste dedica
su tiempo y su generoso empeño en formar verdaderos discípulos: en preparar,
pues, a quienes habrán de superarlo. He aquí la dimensión más radical de una
línea de investigación, que conecta temporalmente las aportaciones de quienes
laboraron antes que nosotros con las nuestras. La estimulante cadena del ser
universitario: trabajar entre todos para conquistar, con esfuerzo y rigor, el
conocimiento. En vuestras respectivas tesis doctorales, vosotros habéis dicho
la última palabra. Pasado mañana, esa palabra ya será penúltima. Enseguida,
antepenúltima. Y luego… Luego, a seguir abriendo sendas. Nuestro orgullo como
universitarios es formar parte de ese privilegio que consiste en contribuir, en
cada una de nuestras disciplinas, a la conquista ininterrumpida y colectiva del
saber: para nosotros y para la sociedad de la que formamos parte y a la que responsablemente
nos debemos.
Sed bienvenidos, los nuevos doctores, a este
privilegio de servicio racional a los demás. Sed bienvenidos a este sentimiento
de orgullo intelectual y a este sentido de pertenencia a la Universidad de
Málaga, donde os habéis formado. La Universidad de Málaga es vuestra alma mater, que es como en latín seguimos
diciendo «madre plena»: sed bienvenidos a esa plenitud científica, humanística,
técnica, artística, a esa plenitud racional, que conforma una de las
dimensiones más definitorias y por tanto más definitivas del ser humano.
Desde tal plenitud, salid ahora, con vuestros
porqués, a los parqués y a los parques —empresariales, tecnológicos, eólicos o
temáticos— a aplicar, con autonomía y en equipo, lo aprendido, lo conquistado
en la biblioteca, en el laboratorio, en el taller, en el aula: la forma
universitaria de estar en el mundo. Y extended, pues, la racionalidad con el
comportamiento riguroso que le es propio. Pero salid también a los parques y a
las plazas, contaminad de racionalidad las calles, los campos y las casas,
revelad prejuicios, rebelaos contra ellos: salid a mejorar la universitas y el mundo. No os contentéis
con menos.
Por supuesto, salid también a gozar, siguiendo la
guía del himno universitario, entre goliardo y dieciochesco (es como somos, en
nuestro creativo mestizaje de siglos): gaudeamus,
igitur. Así pues, gocemos. Acompaña a la enhorabuena y al reconocimiento
que vuestra Universidad os da hoy, el deseo de todos nosotros de que gocéis de
una vida racional y ciudadana plena: responsable y libre. A poco que lo notéis,
ciudadanía, racionalidad, responsabilidad
y libertad son términos sinónimos.
Muchas felicidades y muchas gracias.
(En vídeo, si es que fuera lo mismo, minutos
11:50 a 22:35).
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