jueves, 1 de septiembre de 2016

X, 24. Una alocución

Lleva el blog sin actualizarse unos cuantos meses. Los que el autor ha dedicado a menesteres más compatibles con los géneros literarios del acta, del informe y del reglamento. También del discurso. Sirva esta laudatio, pronunciada el 9 de marzo del presente año de gracia, para dar testimonio de tales tareas otras:


Excelentísimo Señor Rector Magnífico de la Universidad de Málaga
Autoridades
Queridas compañeras y queridos compañeros del Claustro de la Universidad
Estimados nuevos doctores y doctoras por nuestra Universidad


Dicta el calendario que el 9 de marzo es el día que sigue al 8 de marzo. Indispensables resultan los procedimientos (y el calendario es uno de ellos), para asentar y asegurar las conquistas de la racionalidad. Respetándolos, procederé entonces vinculando la celebración de hoy con la de ayer.
Con la inicial oposición del Claustro de la Universidad de Alcalá de Henares, es de comprender que fácilmente vencida por el impulso regio, el de un Carlos III en feliz alianza con la vanguardia ilustrada, alcanzaba María de Guzmán, un verano de 1785, el grado de doctora en Filosofía y Letras: la primera doctora española. Su tesis, sobre el De anima aristotélico, defendida en latín, en griego, en francés, en italiano y en español, mereció la aprobación cum laude por parte del tribunal. Relatan las crónicas cómo, después de aquel acto,

la comitiva iba precedida por tropas de Infantería y Caballería, que al son de clarines y timbales fue abriendo camino entre la multitud que presenciaba el desfile académico. Rodeada por los Profesores iba la nueva Doctora en silla de manos, escoltada por los criados de su casa, con libreas de gala.

Es que el acto iniciático de defensa de una tesis doctoral, aunque hoy más atemperado que hace unos siglos, ha gozado siempre de cierto relieve institucional, social y familiar.
Casi cien años pasó en soledad la memoria de María de Guzmán, hasta que Dolores Abreu y Martina Castells se convirtieron, esta vez en Medicina, en las dos siguientes doctoras españolas. La tesis de Castells, que defendió un otoñal octubre madrileño de 1882, trató sobre Educación de la mujer. Educación física, moral e intelectual que debe darse a la mujer […]. Allí sostuvo «la relación que existe entre la educación de la mujer y la perfección de la Humanidad»:

¿Quién dejará de comprender que a medida que la mujer se perfeccione, se perfeccionarán los seres que tan enlazados se ven con ella? ¿No procuramos que el terreno destinado al cultivo sea fértil en relación con lo que pensamos recoger?

Preguntas de Castells que, por retóricas, sólo pueden recibir una respuesta: la consignada —digámoslo en términos orteguianos— en la misión de la Universidad: son las mujeres y los hombres perfeccionados en la dura disciplina de la racionalidad radical, los llamados a perfeccionar a quienes vivan, trabajen y gocen (gaudeamus igitur…) con ellos.
Porque vosotros, y permitidme el tuteo humanístico, que reconoce la igualdad en el más alto y digno grado del cursus universitario, vosotros, los nuevos 209 doctores del año académico 2014-2015 por la Universidad de Málaga, os habéis formado en el abordar problemas metódicamente: extrayendo datos, analizándolos, correlacionándolos e imbricándolos en hipótesis, para tratar de resolver los problemas en coherencia con una trabada línea de investigación. Frente a lo habitual del pensamiento dogmático y del comportamiento cansino y cansado, que consiste en crear problemas para cada solución y en lamentarse luego de que la realidad ande tan equivocada, vuestros directores y tutores os han mostrado otra senda —«a través del camino» es lo que precisamente significa el término griego método—, senda tanto más fructífera cuanto más ardua: si la hipótesis no explica el conjunto de hechos y relaciones parcelado por el trabajo de investigación, es la hipótesis la que debe ser refinada o, en su caso, rechazada. Esa ha sido vuestra tarea durante los años de conformación de vuestras tesis doctorales: describir y explicar pequeñas, aunque siempre complejas, parcelas de la realidad, asumiendo que, cuando el propio esfuerzo conduce a un callejón sin salida, debe desandarse el camino para afanarse en buscar alternativas. No otra es la dimensión de la ética, que con razón denominó Savater la tarea del héroe.
Vuestros esfuerzos, sin duda heroicos, han sido coronados por el éxito. Sois las nuevas doctoras, los nuevos doctores por la Universidad de Málaga. Congregados hoy en el Paraninfo de nuestra Universidad, reconocemos vuestro excelente trabajo, vuestras duermevelas inquietas, vuestras horas vertidas en afrontar y resolver problemas. Reconocemos también en este acto la vocación y el mérito de vuestros tutores académicos y vuestros directores de tesis: profesores e investigadores voluntariosamente volcados en guiaros, en ayudaros, en compartir con vosotros el saber adquirido y la ciencia conquistada durante largos años de dedicación universitaria.
Recoge la previsión clásica que el verdadero discípulo es el que supera a su maestro. Aceptándola de buen grado, éste dedica su tiempo y su generoso empeño en formar verdaderos discípulos: en preparar, pues, a quienes habrán de superarlo. He aquí la dimensión más radical de una línea de investigación, que conecta temporalmente las aportaciones de quienes laboraron antes que nosotros con las nuestras. La estimulante cadena del ser universitario: trabajar entre todos para conquistar, con esfuerzo y rigor, el conocimiento. En vuestras respectivas tesis doctorales, vosotros habéis dicho la última palabra. Pasado mañana, esa palabra ya será penúltima. Enseguida, antepenúltima. Y luego… Luego, a seguir abriendo sendas. Nuestro orgullo como universitarios es formar parte de ese privilegio que consiste en contribuir, en cada una de nuestras disciplinas, a la conquista ininterrumpida y colectiva del saber: para nosotros y para la sociedad de la que formamos parte y a la que responsablemente nos debemos.
Sed bienvenidos, los nuevos doctores, a este privilegio de servicio racional a los demás. Sed bienvenidos a este sentimiento de orgullo intelectual y a este sentido de pertenencia a la Universidad de Málaga, donde os habéis formado. La Universidad de Málaga es vuestra alma mater, que es como en latín seguimos diciendo «madre plena»: sed bienvenidos a esa plenitud científica, humanística, técnica, artística, a esa plenitud racional, que conforma una de las dimensiones más definitorias y por tanto más definitivas del ser humano.
Desde tal plenitud, salid ahora, con vuestros porqués, a los parqués y a los parques —empresariales, tecnológicos, eólicos o temáticos— a aplicar, con autonomía y en equipo, lo aprendido, lo conquistado en la biblioteca, en el laboratorio, en el taller, en el aula: la forma universitaria de estar en el mundo. Y extended, pues, la racionalidad con el comportamiento riguroso que le es propio. Pero salid también a los parques y a las plazas, contaminad de racionalidad las calles, los campos y las casas, revelad prejuicios, rebelaos contra ellos: salid a mejorar la universitas y el mundo. No os contentéis con menos.
Por supuesto, salid también a gozar, siguiendo la guía del himno universitario, entre goliardo y dieciochesco (es como somos, en nuestro creativo mestizaje de siglos): gaudeamus, igitur. Así pues, gocemos. Acompaña a la enhorabuena y al reconocimiento que vuestra Universidad os da hoy, el deseo de todos nosotros de que gocéis de una vida racional y ciudadana plena: responsable y libre. A poco que lo notéis, ciudadanía, racionalidad, responsabilidad y libertad son términos sinónimos.
Muchas felicidades y muchas gracias.


(En vídeo, si es que fuera lo mismo, minutos 11:50 a 22:35).



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