martes, 7 de enero de 2020

XIII, 3. Las Horas por el forro de la parodia (maitines-tercia)


Indesligables resultan las historias (o cambios) de la literatura sexual europea y de la Iglesia. En un magnífico libro, Simonatti mostró que la clerecía de los siglos XII-XIII, cuya heterógenea Iglesia mantenía reminiscencias paganas, practicó la intromisión de lo carnavalesco en la exégesis canónica de los textos sagrados y en los contrafacta lúdicos y báquicos de los goliardos y sus misas jocosas, así como la comicidad y la liturgia burlesca de la Libertas Decembrica (2008: 16-19), abuela del carnaval.
El complejísimo Juan Ruiz, quienquiera que fuese, participó de ese hibridismo, del que no quedaron a salvo las horas canónicas, que pautaban el paso del tiempo en una sociedad agrícola, mágica y telúrica: rural. Desde el siglo VI, los monjes pespuntearon la jornada con, digámoslo así, Malapriter Sexnoviscom: maitines < lat. matutinae (00:00 h.); laudes, por el imperativo laudate, ‘alabad’, reiterado en los tres últimos salmos que se cantaban a las 3:00; prima a las 6:00, en que sale el sol; tercia (09:00), sexta (12:00), nona (15:00), vísperas (18:00) y completas (21:00) o fin de la actividad, en que el clérigo rezaba «para obtener el perdón de los pecados y para conjurar los peligros de la noche que se iniciaba» (Morros 2004: 366-369).
Aunque textos como los Metra de monachis carnalibus alemanes usaran «pasajes del Antiguo Testamento para censurar el apego de los monjes por la comida y el sexo», «nada igual» hay en la Edad Media (Morros 2004: 358-360) a la parodia de las Horas dispuesta por el Libro del Arcipreste de Hita (h. 1320-1343), una sexualización de la palabra sagrada y litúrgica que supera en osadía a otros casos franceses e italianos (Simonatti 2008: 28-29). En el fragmento (Libro, 372-387), que forma parte, como Elena y María, de otra disputa, el Arcipreste reprocha al Amor la hipocresía de que «rretraes [‘reprendes’] lo que fazes» (372a).
El carnaval es «l’hereu directe de les Festes de Folls medievals, al seu torn derivades de l’antiga “Libertas Decembrica”, on convergien reis de rialles, bisbes de bufa i exaltació d’ases i estults» (Massip 2008: 142). Con un análogo juego de disfraces de risa y burla, el Arcipreste transforma de repente a don Amor en un clérigo, y le acusa de desatender toda «obra de piedad», excepto la de visitar no a los enfermos, sino a «solteros sanos, mançebos e valientes» y a «loçanas» a quienes «fablas les entre dientes [‘susurras’]» (373). Que hacía, pues, a pelo y a pluma. Incluyendo la de cada uno de sus garzones folguines (374a) o monaguillos:

Rezas muy bien las oras con garçones folguines
cum his qui oderunt paçem, fasta que el salterio afines;
diçes ecce quan bonum con sonajas e baçines,
in notibus estolite; después vas a matines.

Como rezar, cantar, tocar y amar son intercambiables (Simonatti 2008: 76) en esta parodia bífida —en latín y castellano, y en doble sentido en ambas lenguas—, me parece evidente que rezar las horas y afinar el salterio conectan con la práctica del abad de Elena y María, «de su salterio rrezar, / & sus molaziellos ensenar» (vv. 108-109). También atestiguan el signo rezar, ‘tener relaciones sexuales’, el coito de Carajicomedia (1519) entre un trinitario y una pastelera, «si el fraile rezaba un psalmo o verso, ella rezaba dos y aún tres» (Morros 2004: 361), y el rezar la nona con la dueña lozana (383a) del mismo Arcipreste.
Ruiz encaja intertextos litúrgicos y los parodia. Cum his qui oderunt pacem (374b = salmo 119, 7), «Con quienes odian la paz», se resemantiza así en «Con quienes van pidiendo guerra», sentido sexual aún vigente en español. Luego, sobreponiéndose a «las friuras laçias» (376b) de la madrugada de maitines, el clérigo levanta quizá no sólo la voz para cantar en el lugar (do, ‘donde’) de su amiga o amante, que allí vive (morar) o que es mora, y toca y despierta los instrumentos (375):

Do tu amiga mora comienças a levantar
«domine labia mea», en alta boz a cantar;
primo dierum onium los estormentos tocar,
nostras preçes ut audiat, e fazes los despertar.

Los versos de un himno gregoriano, 1, Primo dierum omnium («En el primero de todos los días») y 9, Nostras preces ut audiat («para que oiga nuestros ruegos»), son reconducidos así hacia «un contexto amoroso» (Morros 2004: 378).
A eso de las 3 de la madrugada, por laudes, el clérigo da grandes gracias a su amiga, Aurora lucis (376c), que queda contenta: mucho te le engracias (376d). Y a la salida del sol, por prima (6 h.), recurre, para que actúe en su nombre, Deus in nomine tuo (377b = salmo 53), a una alcahueta, a la que llama xaquima (377b) y católica (379b): que le busque una mujer, le encarga, de las que andan por las callejas o de las que están en las huertas (378ab), y las confunda con su cháchara invasora de «boca, lengua, mente»; lo que sintetiza «un himno de San Ambrosio que se cantaba en la hora de tercia» y expresaba «el deseo de posesión por el Espíritu Santo»: «os, linga, mens la envade, seso con ardor pospone» (379c), así que, a eso de las 9 h., enloquecida de ardor, «va la dueña a terçia, caridat legem pone» (379d = salmo 118) (Morros 2004: 395-396). Esa dueña a quien ha conseguido infundirle la ley del amor sexual (caridad legem) la católica tercera.
La de la hora tercia.

[Procedencia de las citas: S. Simonatti, «La journée du clerc amoreux». Horas y Eros en el «Libro de buen amor» (cc. 372-387), Pisa, Edizioni ETS, 2008; B. Morros, «Las horas canónicas en el Libro de buen amor», Anuario de Estudios Medievales, 34.1 (2004), pp. 357-415; F. Massip, «Rei d’innocents, Bisbe de burles: rialla i transgressió en temps de Nadal», en Estudios sobre teatro medieval, ed. J. L. Sirera Turó, Valencia, Universitat, 2008, pp. 131-146; Arcipreste de Hita, Libro de buen amor, ed. G. B. Gybbon-Monnypenny, Madrid, Castalia, 1989, pp. 184-190.]


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