sábado, 3 de agosto de 2013

I, 22. Polivalente perrillo

En su instructiva «Zoología erótica en la lírica del Siglo de Oro» (eHumanista, 15 [2010], pp. 262-301), Labrador y DiFranco coleccionan unos textos con «intención» no menos «doble» que noble: rescatarlos de su marginalidad canónica —espacio vedado para los manuales serios de la academia repetitiva— y lograr que «los lectores se diviertan con su lectura como se divertirían quienes escuchaban estas canciones». En aquellos tiempos en que fueron compuestas, y que en tantos aspectos gozaron de mayor libertad que los nuestros.
Por la tierra y el aire de tan recomendable antología zoológica desfilan lagartos (poemas 1 y 2) y caracoles (15-18), gallinas, pollos y gallos (3, 6 y 25-26), hurones y conejos (5 y 8), pájaros de distintos plumajes (7, 9 y 21), caballos (4) y gatos (24), sanguijuelas y pulgas (22-23) y las cornamentas de toros, cabras y venados (10-14 y 19). Una fauna sexual que hacía las delicias de los más excitados amantes de la poesía, allá por los siglos XVI y XVII. ¡Ah!, que no se me olvide, porque no podían faltar: y perros (20). Al folio 405v del manuscrito II-973 de la Biblioteca de Palacio (Madrid) se copia «El perrito»:

¿Quién compra un perrito, damas,
que es muy barato y de falda?

Es muy bonito el perrillo,
que entre las faldas se mete,
todo amigo de juguete
por ser un juguetonçillo.
Tiene el petral amarillo
con cascabeles de plata,
que es muy barato y de falda.

Da contento y quita enojos
y es blanco como la nieve,
perlas con lágrima llueve
si se alegra por los ojos.
Es de los extremos rojos,
lanudo y de cola larga,
que es muy barato y de falda.

Hace una cosa de estima
no haciendo a todas parejas,
que huye de damas viejas
y a las moçuelas se arrima.
Amigo de andar ençima
y siempre escarbar la halda,
que es muy barato y de falda.

Es manchado, rubio y zarco,
brioso con ser chiquito,
que sabe tener pinito
y nada siempre en un charco.
Y salta por cualquier arco
sin ser por el rey de Françia,
que es muy barato y de falda.

Como ocurría en La Lozana andaluza, esta glosa muestra que nuestros antepasados, que pudieran parecerse a los contemporáneos de cualquier sincronía en andar siempre pensando en lo mismo por ser / estar cachondos todos, o los más, meses del año, entendían ‘pene’ cuando decían perrito. Uno caliente. Que, por «juguetonçillo», «entre las faldas se mete» de «las moçuelas». Con su «cola larga».
¿Y cuáles son las habilidades del susodicho perrito faldero, tan «barato»? Una, fundamental: «Da contento y quita enojos». Alegrar esta perra vida, virtud del sexo. Otra, específica: va y eyacula. O dicho poéticamente: «perlas con lágrima llueve / si se alegra por los ojos». Toda vez que llover y llorar —defínanse como se pueda— cubrían el semantismo de ciertos líquidos o flujos que se proyectaran de dentro afuera; y que ojo designaba, amén del círculo en que empiezan o terminan, según se vea, ciertos conductos anatómicos con salida al exterior, a aquel que corona al can, digo, al pene.
Este perrito está perfectamente adiestrado y hace muchas más cosas sin cuento: «nada siempre en un charco», es a saber, el formado por líquido de producción femenil que fuere el resultado de «escarbar la halda» o falda; y, por si fuera poco, «sabe tener pinito». Vamos, que se empina. Acción que, según acaba de mostrarse, nuestros antepasados llamaban igual que nosotros. Lo que parece requerir nota al pie es esa otra habilidad que, formulada así, «Y salta por cualquier arco / sin ser por el rey de Françia», pudiera resultar enigmática. Para eso está el Vocabulario (1627) del maestro y amigo Gonzalo de Correas, para resolver crucigramas filológicos: «Saltar por el rey de Francia. Tómase por hacer violencia y dar pesadumbre; semejanza de los perrillos de ciegos, que los hacen saltar por un aro, diciendo: “salta por el rey de Francia”».
Polivalente, pues, perrito este, aficionado a mil posturas.


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