jueves, 15 de agosto de 2013

X, 8. Pintándola

Andar pintando las paredes, tal vez el muro de Facebook, por echar o poniéndose en lo peor matar el rato. Andar pintándola, digo. Con otros grafitis. Literaventurescos.

«Estudias ¿filoqué?», nos habrán preguntado a todos los que una vez cometimos la provocación de matricularnos en Filología. (VII, 3)
Los idiomas no solo son constitutivamente metafóricos, sino también esencialmente profusos, difusos y confusos. (II, 7)
Lo que ya sostuvo Jovellanos: la gramática es la ciencia esencial o madre de todas las otras. (II, 6)
Para las culturas primitivas, en el principio siempre era el verbo; nada parece haber cambiado para las actuales, excepto que no se dice. De tal idea deriva con facilidad otra: para transformar la realidad, basta con modificar las palabras. He aquí el cómodo y acomodaticio fundamento del eufemismo. (IV, 1)
Todo el mundo sabe que las siglas dan razón de cientificidad. (III, 3)
Es sintomático que miserable en español signifique tanto ‘perverso, abatido, infeliz’ como ‘mezquino, que escatima en el gasto’. Así que el mismo idioma fuerza a identificar como miserable a quien cuida de la hacienda con rigor: un mezquino perverso. (III, 5)

Si la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero, el problema entonces es disponer de los mecanismos precisos para analizar las palabras del porquero y de Agamenón. (II, 3)
La Filología, excelente laboratorio de pruebas sobre la interpretación, actividad que todos practicamos regularmente. (VII, 1)
Paradójica como fructífera predicción del pasado. Adivinar, ay —buceándolo y brujuleándolo—, lo pretérito. Esa tarea perpetua. Y cargada de futuro. (IX, 7)
La paradójica novedad que supone recordar lo antiguo. (IX, 6)
Si un teorema literario ha de ser universal, su formulación permitirá el científico anacronismo. (IX, 4)
No pediré excusas por la ironía, herramienta de conocimiento sepultada, como la paradoja, por el academicismo. (IX, 1)

¿La lectura como consuelo, aboliendo el tiempo? (X, 6)
El valor mágico y juntamente racional de la escritura. (III, 2)
La cronología literaria es, frente a otras, reversible, asunto entonces en que la periodización —instrumento útil para la rectilínea historia general, no para la multidimensional memoria literaria— hace aguas. (IX, 3)
Todo el que en literatura asegura ser el primero en algo, que se ponga a la cola, que no hace sino crecer. (IX, 7)
En poética, eso que se acata un rato (décadas o siglos) es el canon. (IX, 2)
Una amplia veta de poesía y literatura española del Siglo de Oro apenas pecó de mojigata. Sé que extendidos prejuicios impiden saberlo. (I, 5)
Diego Hurtado de Mendoza (1501-1575), aristócrata nacido en la Alhambra, poeta, político y diplomático, humanista, historiador y anticuario, fue uno de aquellos españoles a quienes, por edad, apenas alcanzó la mojigatería contrarreformista. (I, 10)
Maquiavelo, aquel filósofo a quien le dio por ser experimental o sincero. (IV, 4)
Esa cosa grandilocuente y épica del historicismo decimonónico. (I, 9)
Esas dos lamentables Españas que el ingenio unamuniano —otro derroche— apellidó de hunos y otros. (III, 4)
«A la minoría siempre». Es que a Juan Ramón Jiménez se le dieron bien los versos sueltos. (X, 1)
La Red y su borgesiano carácter de libro de arena, que hace y deshace sus páginas en vaivén continuo. (VII, 6)

Quizá llamamos clásicos al pintor y al poeta que instituyeron al menos una estampa que, ante ciertos estímulos, se nos impone de manera automática. Estética. Sí: con frecuencia vemos el mundo a través de los ojos privilegiados de unos cuantos artistas. (I, 12)
Una de esas acciones inaugurales, escasas o extrañas, que abren una sima en el continente de la historia. (I, 6)
La ecuación Tiziano: desnudo femenino + mitologismo + perro = Tiziano. (I, 13)
La Venus del espejo velazqueña, robada durante la ilustrada invasión francesa y hoy en The National Gallery, ilustre pinacoteca británica donde, quizá por despistar, fue retitulada. (I, 15)
Sobre las frías paredes de su Quinta, un desengañado y sordo pintor iba inventando vanguardias, o al menos haciendo arte ininteligible. (I, 16)
La ecuación Courbet, de segundo grado: Tiziano – mitologización + cotidianeidad = Courbet. (I, 13)

Con este trajín de palabras, es que no sé cómo seguimos entendiéndonos. (IV, 5)


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