Situados ya en las puertas del XVII con el caso
de Covarrubias,
y antes de continuar explorando la historia de la
palabra raza
en sus definiciones y usos, convendrá trazar un mapa del sistema social en que
se produjeron los hechos de habla y se desarrolló la tarea de los lexicógrafos.
Como ante las complejidades y complicaciones de cualquier sistema del pasado, el
observador actual tiende a traducirlas filtrándolas a través de los rasgos del modelo
en que vive él. Inevitable entonces que en esa operación el pasado se simplifique.
Digamos que tal sistema era
el producto derivado del cruce de dos subsistemas. El primero reprodujo la
oposición universal (poderosos / no poderosos) de la jerarquización humana, que
se asienta en la desigual distribución de los recursos económicos y simbólicos.
En ese período de la España que examinamos, tal oposición se actualizó como aristócratas
(e hidalgos) / labradores. El segundo subsistema se basaba en una desigualdad
simbólica de tipo religioso, que asimismo fue identificada con la raza: cristianos
viejos / cristianos nuevos o conversos (musulmanes y judíos). Más específica
aún de aquella coyuntura española resulta dicha imbricación —que puede
hacer incomprensible para nosotros el sistema resultante—, pues los cristianos
viejos formaban también entre los dominados (en cuanto labradores), mientras que conversos
enriquecidos habían accedido a la aristocracia mediante la compra de títulos. Como
ocurre siempre, el poder económico y simbólico es un líquido que se dispersa desigualmente
—pero se dispersa— por las diversas cañerías del sistema. «El hidalgo con
cualquiera raza», y no sólo la cristiana vieja, era posible. Más aún: fue real,
por lo que «no deja de tener un color aunque turbio de nobleza». Veámoslo.
El laboratorio de la Historia es la biblioteca.
Leer es experimentar. De modo que el experimento historiográfico, como el
científico, es repetible en la lectura atenta, esto es, en la relectura. «¿Cuál
tenéis por mejor suerte, la del hidalgo con raza que no
sea de labrador o de labrador limpio?», pregunta Lorza en el Diálogo
de los pajes en que se trata de la vida que á
mediados del siglo XVI llevaban en los palacios de los Señores, del galardón de
sus servicios, y del modo como los Grandes se gobernaban y debieran gobernarse (1545),
de Diego de Hermosilla, que cito por la edición de Madrid, Imprenta de la Revista
Española, 1901. Adentrándose así en «materia» que resulta ser
«tan odiosa y enojosa» (pp. 26-29), le responde su interlocutor Godoy:
El hidalgo con cualquiera raza no deja de tener
un color aunque turbio de nobleza, y por ella [1] no paga pecho ni tributo
alguno, [2] ni puede ser preso por deuda si no fuere del Rey, o procediese de
delito o darle tormento, si el juez del reino no quiere, [3] puede fiar y
desafiar sin osar y otros privilegios que se les guardan […], de los cuales
carece el labrador por limpio que sea, pero siéndolo [4] pueden sus hijos tener
cargos y oficios en el Santo Oficio de la Inquisición, [5] ser
comendadores de cualquier encomienda, [6] canónigos en Toledo, en Sevilla y en
las otras iglesias, [7] colegiales en todos los colegios de España, frailes de
cualquiera orden, todo lo cual estorban e impiden todas las otras razas por muy
hidalgo que sea el que lo tuviese, salvo la raza del
labrador; y para poderse confiar
fuerza o fortaleza ha de ser hidalgo de padre y de madre, según la ley de
Partida […].
La historia de la palabra raza debe dar cuenta de sintagmas —para nosotros tan inesperados— como
éste de «la raza
del labrador», una evidencia que
nos pone ante el casticismo. Para sistematizarlo, trasvasaré a un
cuadro el fragmento recién citado, en el que he numerado los privilegios que Hermosilla
va desgranando y que son distintos para el «hidalgo con cualquiera raza» y para
el «labrador por limpio que sea»:
Posición
socio-económica
|
Religión
|
Privilegios
económicos y políticos
|
Hidalgos
[nobleza]
|
Cristianos
viejos
|
1. No pagar impuestos
2. No ser presos ni recibir tormento
3. Desafiar
Privilegios 4, 5, 6 y 7
|
Conversos
(judíos)
|
Privilegios 1, 2 y 3
Sin privilegios 4, 5, 6 y 7
|
|
Labradores
[pueblo
llano]
|
Cristianos
viejos
|
Sin privilegios 1, 2 y 3
4. Oficios en la Inquisición
5. Comendadores
6. Cargos eclesiásticos
7. Estudiantes universitarios
|
Conversos
(judíos
y
musulmanes)
|
Sin
privilegios
|
Que raza
se identificaba en este tiempo con pertenencia a un culto religioso lo muestra
la nueva pregunta de Lorza: «¿de cuál confiáis vos más, de confeso entero o del
que tiene raza de
ello, sea hidalgo o labrador?». Godoy responde retóricamente, asimilando esa raza de confeso con el uso, extendido
desde mediados del siglo XV, de raza
como ‘linaje
equino’: «¿cuál es malo comúnmente?, ¿[1] el hijo del caballo y yegua, o [4]
del asno y borrica, o [2] de la yegua y el asno, o [3] el de la borrica y
caballo?», subrayando cuatro posibilidades de combinación en tal sistema
sociorreligioso múltiple. Puntos de una gradación que van —interpreto— del polo
[1] (entre hidalgos cristianos viejos) al [4] (entre labradores conversos), pasando
por los puntos intermedios [2] (entre hidalgos conversos y labradores cristianos
viejos) y [3] (entre labradores cristianos viejos e hidalgos conversos). Dadas
la impureza parcial de las combinaciones [2] y [3] y la completa de la [4], Lorza
sostiene que «más traiciones tiene y menos se puede confiar de un mulo o de una
mula que de esos otros», es decir, que, como concluye Godoy, «la confusión y
mezcla de especies diferentes hacen casi otra naturaleza, que trae consigo la
mudanza de la complexión y costumbres, si por otra causa y razón secreta no
faltase esta regla en algunos hombres». En román paladino: aunque detestadas
por el sistema, las mezclas entre castas se producían. Que la endogamia reduce la
biodiversidad, pero ésta resulta imprescindible para sostener la vida.
Sí: el racismo, tal que el purismo, mata.
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