sábado, 7 de abril de 2012

VII, 2. Voces zombi y otras historias del español

Pongamos que desde hace muy pocos años, gobernanza es voz cuyo uso se ha extendido sobremanera en español. Te asomas a la Red, echas un vistazo y recibes cerca de tres millones de resultados. Está en boca de todos, gobernanza. Como ocurre siempre con las palabras, las recién nacidas suenan al principio raras —«¿Existe gobernanza?»—, pero a poco que te descuides —«Sí, porque se pronuncia»— ya van por ahí, viviendo su propia vida.
El caso es que gobernanza no es vocablo recién venido al hispanomundo; estar ya estaba en la 22ª edición (2001) del Diccionario académico. Pero en cierto momento de la historia del español debió de entrar en desuso. El Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española que puede consultarse en la web de la Real Academia Española, agrupa las ediciones usuales de su Diccionario, desde la inicial o de Autoridades (1726-1739) hasta la 21ª (1992). En 1803, los académicos definieron (es un decir) gobernanza por primera vez: «Lo mismo que gobierno». Esa 4ª edición añadía que dicho sustantivo estaba anticuado. Algo más de un siglo permaneció la sinonimia gobernanza-gobierno en el Diccionario de la RAE. Fue en la 19ª edición (1970) cuando obtuvo la definición que se le asocia hoy («Acción y efecto de gobernar o gobernarse»), y que ha sido actualizada y ampliada en la 22ª edición:

Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía.

Vamos, que gobernanza existía, y nosotros sin saberlo. Era un arcaísmo que resucitó hace al menos dos siglos y que últimamente se ha puesto de moda: como las pelis de zombis. Ahora que lo sabemos, podríamos dudar de lo del «sano equilibrio» (la Academia aún define con bienintencionados tics neoclásicos), pero también preguntarnos cuándo empezó a usarse gobernanza y cuánto tiempo llevaba circulando cuando fue estacionada en el parking académico. Para responder a esta cuestión necesitamos un diccionario histórico.
En el portal de la Fundación Rafael Lapesa, creada en el año 2005, está accesible el Diccionario histórico de la lengua española que entre 1960 y 1996 publicó la Academia. Como esa obra solo llega a la voz bajoca, es inútil buscar ahí gobernanza. Habrá entonces que volver a la web de la RAE para ver si al menos podemos localizar usos reales de ese vocablo. El «Banco de datos» académico ofrece millones de casos de empleo de nuestras palabras, desde los orígenes del idioma hasta 1975 (en el CORDE o Corpus Diacrónico del Español) y a partir de ese año (en el CREA o Corpus de Referencia del Español Actual). Probamos con gobernanza en CORDE y… «No existen casos para esta consulta», responde el artefacto. Así que nos las habemos con una voz de bajísima frecuencia histórica de uso. ¿Y en CREA? ¿Será ya asunto de fe? No: catorce casos en seis documentos, todos fechados en el lapso 2002-2004. Nuestro gozo en un pozo: después de tantas vueltas, estamos como al principio: «Pongamos que desde hace muy pocos años, gobernanza es voz…».
La Fundación Rafael Lapesa, de la Real Academia Española, intentará que el español disponga al fin de un diccionario histórico en condiciones. Sobre la base del CORDE y el CREA, la Fundación acaba de estrenar el Corpus del Nuevo diccionario histórico del español (CDH), que ha de encauzarse hacia la consecución en la Red del Nuevo diccionario histórico del español (NDHE). Veamos si en la «versión en pruebas» del CDH hallamos nuestro vocablo… El apartado de estadísticas arroja gouerrnança, governança, gouernança y hasta gobernanza. Pero de momento hay que conformarse, para encontrar los lugares de uso, con la consulta del Fichero general de la Academia, cuyos diez millones de papeletas sustentarán también el NDHE. Las fichas ahí coleccionadas atestiguan el uso medieval de gobernanza, por ejemplo en el Rimado de palacio del Canciller Ayala, que se refiere a Dios como «Aquel que gouerrnança / tiene sobre nos todos» (913cd).
¿Habrá palabra que no exista, haya existido o vaya a existir o resucitar? Como para ponerse puristas.

2 comentarios:

  1. Se me viene a la memoria cuando nos explicaste la influencia de las juventudes (las sucesivas generaciones) en la formación de una lengua. Creo recordar, hablo de memoria, que según estudios filológicos solventes, la aportación de la juventud con su léxico a la lengua, venía a ser de un 3%. Eso muestra una vez más la teoría de las generaciones de Ortega y Marías; y la dialéctica entre creencias e ideas de unos y otros.
    Surgen preguntas, ¿hasta qué punto podemos valorar la solidez de ciertas creencias? En un término como gobernanza se ve muy bien reflejado. Un desideratum o deseo, ojalá su significado aceptado se vea cumplido más pronto que tarde.

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  2. Los recovecos de la historia no hacen sino dar sorpresas. Y no digamos los de esa otra historia, aún más desconocida: la de los idiomas. Un saludo y gracias por participar.

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