Coleccionista de palacios, pintores y poetas, doña María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo había heredado, de la heráldica y la historia, el ademán del mando. Francisco de Goya la retrató con ese gesto, habitual y seguro, que sintetiza un dedo: el que orienta y ordena a quien la contempla, enhiesta y congelada desde 1795, en el óleo Duquesa de Alba (Madrid, Palacio de Liria).
La tentación (o el automatismo) del comentarista es, como sucede en la reseña que arteHistoria traza de ese lienzo, atribuir el significado de la fidelidad al ínfimo perrillo faldero que petrificado queda a los pies de la XIII duquesa de Alba. Pero por la serie I de estas Literaventuras vamos experimentando la polifonía iconográfica y simbólica de ese animalillo que acompaña a la mujer. Aquí, una dama tan altiva y dominante que empequeñece, con mano, pose y mirada, al can. A cualquiera que osara acercarse.
Goya y aquella Cayetana de Alba mantuvieron sostenida relación[1]. La intimidad de la duquesa no fue, por tanto, vedada al pintor. En La duquesa de Alba y su dueña (Madrid, Museo Nacional del Prado), don Francisco sorprende a la dama en posición contraria a la del cuadro anterior, ejecutados ambos el mismo año: de espaldas y curvada, la señora juega a asustar a una anciana y beata criada. Del derecho y del revés, la anatomía de la duquesa no pasaba desapercibida ante el ojo avizor del artista.
Compositiva y cronológicamente, este segundo lienzo no se aleja tanto del Capricho 17. Bien tirada está, 1797-1799 (Prado). Cierta joven —se ha dicho que quizá una prostituta, que tal vez una criada de la duquesa…— se arregla ahí, ante otra anciana, la media de su pierna derecha, descubierta desde la rodilla. El título del aguafuerte juega con la ambivalencia del verbo tirar. Aplicado a la situación y la postura de la mujer, tirada se refiere tanto al presente (la muchacha tira de su media y la ajusta bien al contorno de la pierna) como, con un sentido sexual aún vigente en la lengua española, a un inmediato y placentero pasado.
La duquesa estirada con perrillo capitidisminuido, la muchacha que tira y/o tiró y/o fue tirada. A un paso quedamos de la ambivalencia secular de La maja desnuda, con su cruce de aristocracia y marginalidad.
Y con otro cruce, de brazos, no menos famoso que el de piernas de Sharon Stone.
[1] Excelentes fuentes de información brindan InfoGoya, Zaragoza, Universidad, 1996-2009, en la que no obstante han desaparecido muchas reproducciones, y Goya, Francisco de (1746-1828), Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
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