viernes, 24 de agosto de 2012

III, 15. La novela del verano, 1. El pintor

Por no molestar, Elías García Martínez ocupaba en la Historia universal del arte un muy discreto lugar. Diríase que simple o mínimo rinconcillo: en una de tantísimas y retiradas iglesias de pueblo. Tan mal iluminadas. Preguntabas a Mr. Google por don Elías, y el cacharro más bien callaba. No fuera a decir de más.
Pero desde las 09:43 h. del 22 de agosto de 2012, que tampoco en vacaciones vas a darte el madrugón para enciclopediar, ya viene mandando, robótico y servicial, a que leas la entrada («Requena, 1858-Utiel, 1934») de Wikipedia, estrenada en ese preciso momento que chivatean las entrañas del artilugio: «fue un pintor español». Síntesis repensada y quizá trazada por algún descendiente, cualquiera sabe si emparentado con el cuñado de una prima hermana de Honorio García. Es lo que pasa en los asuntos esos de la repentina fama internacional: que la familia se nos viene arriba.
Porque es digno de mención que a Elías García Martínez, un señor de Requena, le sucedieron, en su quehacer artístico para la eternidad, Julio y Honorio. Sus vástagos. Este último, premonitoriamente —hoy lo sabemos— enfrascado en hondos menesteres de la iconoclasia vanguardista, y cuyo nombre aparece, como de refilón, incrustado en la biografía electrónica de su padre. Se ve que esta familia por pintar unida permaneció unida, al menos en Wikipedia y en la asimismo contrastada GEA. Gran Enciclopedia Aragonesa, otro de esos monumentos postmodernos de nuestra historia y cultura municipal, autonómica y espesa. «Que es que donde mejor se vive, come, pinta, respira y escribe es en mi pueblo, mire usté. Natural, menudos paisajes y menudos aires. Un microclima, mire usté». La sabia madre GEA, sub voce «García Condoy, los», asienta que «el estilo de Honorio» evolucionó —no menos premonitoriamente, hoy lo sabemos—, desde un «primer realismo acentuadamente expresionista» hasta «la más completa abstracción».
Lo que en letra queda, termina leyéndose. Y cumpliéndose. Hete aquí que a don Elías García Martínez, pintor de Requena, cuando no colaboraba en la manufactura del techo de la botica zaragozana de la familia Ríos, según informa, puntillosa y puntual, la acreditada dfarmacia.com (1-4-2004), le daba por el arte religioso, hobby o manía como cualesquiera otros. Y venga de pintar una Virgen de los Dolores hoy y mañana un Ecce Homo.
Así se echaban los días y las tardes en la España que retrataron esas precisas piezas de orfebrería literaria que son las novelas de Gabriel Miró, levantino como García Martínez, y su contemporáneo, pero como que más irónico, naturalista o modernista y trabajado: aquella España de la Semana Santa, el Corpus, la Natividad y demás fiestas que la Santa Madre Iglesia prescribe de suyo guardar. Ritmaba este microclima contrarreformista un calendario —zaragozano o de donde fuera, mire usté— prescindible o paradójico en cuanto circular, tedioso y eterno.
Es el caso que, de las muestras de pietas pictórica que Elías García Martínez, un señor de Requena, habría contemplado mil veces en museos diocesanos, ermitas y escuelas de artes y oficios, y cuyo número contribuyó a engrosar y trivializar, pudiera predicarse, por qué no, que también se caracterizaban por un «realismo acentuadamente expresionista». Tal su Ecce Homo.
Hasta hace unos días tan discreto, desvalido y desvaído como su autor.

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