Creadores literarios hay que se jactan de haber superado a la tradición; pero como no pueden sino hacerlo mediante expresión reiterada o tópica, la paradoja, al acecho siempre, deja entrever sus perfiles: cuanto más pretende distanciarse un autor de la tradición, más se ancla en ella. Igual se trata de la superstición de la libertad creativa.
El curso, la carrera, el camino o iter histórico (de flashback y déjà vu, digo) esbozado en Literaventuras IX, 1-6, pudiera transformarse en una síntesis de prisma teórico que, por hacer ciencia —nominal, qué si no—, he llamado teorema del prurito de originalidad. A la vista de los testimonios aducidos por Curtius y los once que —entre otros muchos evacuados en siglos de letras españolas— han sido aquí añadidos de Rubén Darío, Moreno Villa, Góngora, Boscán, Herrera, Luis de León, Cervantes, Gil Polo, Quevedo, Mexía y Samaniego, llega el momento de formular dicho teorema: Todo el que en literatura asegura ser el primero en algo, que se ponga a la cola, que no hace sino crecer. De donde se deducen otras proposiciones. Atañe al arte y la cultura aquella esculpida por D’Ors en «Los enemigos de la belleza» (La Vanguardia Española, 28-3-1943): Todo lo que no es tradición es plagio. Para lo demás, la de Borges, glosador (y animador) genial de Schopenhauer: Cualquier hombre es todos los hombres. Incluso, cogida ya carrerilla, añadiría ahora otra, con su no sé qué (o más bien sí sé qué) de mística: Todo ego se anega en el océano de los egos. Daré una vuelta de tuerca al teorema de marras si digo de esta última proposición que he sido yo el primero en formularla. (Si no me desmiente Google, auctoritas suprema.)
Las series de textos como la presentada en los posts mencionados son fruto de la reordenación efectuada por la imaginación y (o) la memoria, a las que de un tiempo a esta parte se les viene reconociendo como investigación. Para tales series, teoremas como el del prurito de originalidad podrán hallar un valor prospectivo, en cuanto orientadores de nuevas miradas críticas e historiográficas hacia la búsqueda de su cumplimiento en otras creaciones. Tal vez tengan incluso, y por eso mismo, valor predictivo, pues que no en vano decíase, antes de que se cayeran muros y mundo, que el estudio de la literatura constituye una ciencia.
Predicción de lo universal; mejor aún, paradójica como fructífera predicción del pasado. Adivinar, ay —buceándolo y brujuleándolo—, lo pretérito. Esa tarea perpetua.
Y cargada de futuro.
Y este insistente anònimo afirma que no ha visto, por mucho que haya escrudiñado en libros o en la sinuosa red internauta,tan ingenioso y renovador teorema.
ResponderEliminarEl que te responde,Gaspar, fue compañero tuyo de la universidad. Soy Josè Marìa. Me recuerdes o no,intentarè seguirte y disfrutar de tus sensatos y discretos juicios.Yo contestarè con algùn comentario ,siempre que mi apurado tiempo me lo permita.
Un gran abrazo.
Un fuerte abrazo, José María. Me alegro del reencuentro, facilitado, como siempre, por la literatura. Si andas por Facebook, nos ponemos al día. En todo caso, nos seguimos viendo por aquí.
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