En Misericordia
(Madrid, Viuda e Hijos de Tello, 1897), el corcel de la caballería enamorante
no ensalza ya, sino que humilla, y sólo sombra es, vaga aspiración de una
frustrada burguesía. Galdós, otro
liberalote, retrata el presente ruinoso de nostálgicos venidos-a-menos, y
vislumbra un futuro que será esperanzador si lo conforman personajes como
Benina, representante de un pueblo que dejaría de serlo si cabalgara.
Según ley histórica que rige al
mañana, cuando llegue, ese futuro desengañará a Galdós. Tal que a su personaje Frasquito
Ponte, quien desde la indigencia clandestinizada de acuerdo con dictados de su código de
moral pequeñoburguesa —especialista en eslabonar apariencias—, cabalga sobre
pretéritos. Un cuento de la lechera al revés (o en diferido, no sé):
Yo he sido un buen jinete. En mi juventud, tuve una jaca
torda, que era una pintura. Yo la montaba y la gobernaba admirablemente. Ella y
yo llamamos la atención en La Línea
primero, después en Ronda, donde la vendí, para comprarme un caballo jerezano,
que después fue adquirido… pásmese usted… por la Duquesa de Alba, hermana de la
Emperatriz. (XVIII)
Todo cuento de la lechera es
el envés del
viejísimo motivo del ubi sunt?: «¿Qué
se hicieron las damas, / sus tocados y vestidos, / sus olores? // ¿Qué se
hicieron las llamas / de los fuegos encendidos / de amadores?» (Manrique, Coplas, XVII). También doña Paca, otra representante del quiero-y-no-puedo a quien mantiene su criada Benina,
es objeto del peculiar ubi sunt? galdosiano:
«Ved aquí en qué paran las glorias y altezas de este mundo» (VII). Qué sería de
la literatura moderna sin la clásica.
Obdulia, hija de doña Paca, se
sitúa asimismo en esta genealogía que desde las
ruinas del ubi sunt? trata de trepar por el cuento de la lechera: sueña con grandezas e imagina a Frasquito
paseando por la Castellana a lomos de corcel brioso. Sus afanes se cumplirán
mediante un mecanismo narrativo que un lector futuro consideraría propio del
realismo mágico: un cura inventado por Benina, don Romualdo (XX), anuncia que a
doña Paca le ha correspondido una herencia. Con el dinero, don Francisco Ponte
Delgado alquila un caballo para ir a una excursión «con varios amigos de la mejor sociedad» (XXXVI). Pero los
tiempos no pasan en balde, la ciencia adelanta que es una barbaridad y la
mayoría de los excursionistas —frente a lo que ocurría en Pepita
Jiménez— acude ya en bicicleta.
Sacando partido al alquiler
del jaco, Ponte, «galán manido», ronda la calle de Obdulia, su dama, en cliché mostrado en las novelas de Valera
y Clarín.
Obdulia y doña Paca, que viven ya no en casas y palacetes con ventanas y
balconadas, sino en un «cuartucho interior, sin un solo agujero a la calle»,
toman prestado el balcón de un vecino. De nuevo, la consabida escena:
¡Con qué placer y curiosidad salieron […] para ver al
jinete! Pasó muy gallardo y tieso en un caballote grandísimo, y saludó […],
parando el caballo y haciendo mil monerías. Agitaba Obdulia su pañuelo, y Doña
Paca […] no pudo menos de gritarle desde arriba: «Por Dios, Frasquito, tenga
mucho cuidado con esa bestia, no vaya a tirarle al suelo y a darnos un disgusto».
(XXXVII)
Desaparecido el corcel de antaño,
sólo queda el caballote (o la bestia); Frasquito Ponte es un pálido
recuerdo de don Luis de Vargas o de don Álvaro Mesía, y apenas si se ejercita,
como jinete, en monerías; con su
pañuelito cursi al viento, Obdulia queda muy lejos de la libertad ventanera de Pepita Jiménez o de la adorable
figura de Ana Ozores… Para colmo, la señora madre de la cortejada desconfía
miedosa, en plan proyecto de suegraza, de la destreza del caballista, y le
grita instrucciones que un psicólogo de guardia no dudaría en apelar de castrantes.
Raro es que yerren las señoras
mayores que dan consejos sin que se los pidan. Al volver de la excursión, el
animal de Ponte —se me permita la centáurica ambigüedad—, mareado por el
vertiginoso discurrir de las bicicletas y mal gobernado, «quiso emanciparse de
un jinete ridículo y fastidioso» (XXXVII) y tiró a Frasquito al suelo. El
caballo escapó desbocado.
Tal que el tren de la
Historia.
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