Tomemos cuatro lemas nacionales
hasta ahora no considerados, regidos por el molde retórico que pudiera llamarse
del brindis: «Por la patria y la libertad»
(Letonia), «Por Dios y mi patria» (Uganda), «Por Dios, el príncipe y la patria»
(Liechtenstein) y «Por Dios, por el pueblo, por la naturaleza y por el Estado»
(Filipinas). Todos ellos representativos de los esquemas
estilístico-sintácticos más usados para sintetizar la tarjeta de presentación y
visita de los países: trimembre
(53 casos), bimembre
(40) y cuatrimembre (3). Añadiendo a estos el único pentamembre detectado, se
concluirá que el mecano patriótico x-membre consta de 57 conceptos no más que,
combinados según cuatro planos, construyen 97 lemas nacionales.
El top 5 de tales piezas conceptuales está conformado por las siguientes, empleadas 115 veces (44,9%) por los carpinteros del patriotismo:
unidad (y unión, unidos, uno, juntos): 40 (15,6%).
libertad (y libre):
29 (11,3%).
trabajo: 17 (6,6%), preferida en África (16 casos).
justicia: 15 (5,8%), elegida sobre todo en África (13 casos).
patria (y patriotismo):
14 (5,4%).
Por su parte, el top 10 de las piezas del mecano
patriótico suma a las cinco anteriores estas otras:
progreso: 13 (5%), seleccionada especialmente en África (11
casos).
paz: 12 (4,6%).
Dios: 11 (4,2%).
pueblo: 9 (3,5%), preferida en África (5).
fuerza: 7 (2,7%), elegida sobre todo en América (3).
En los 97 lemas, esas diez piezas
favoritas figuran 167 veces (65,2%). Y que África sobresalga en su uso se debe
a que los Estados de ese continente optan mayoritariamente por esquemas de
x-membración. Lo que indica que hay otros moldes posibles, que ya revisaremos.
De momento, basta con indicar que
si —cuando en un aeropuerto le mire de arriba abajo el guardia mientras examina
con cara de pocos amigos su pasaporte— reniega usted del mantra de ser un
ciudadano del mundo y le sobreviene entonces una sublime exaltación que le teletransporta
a la visión de fundar una nación naciente, sepa, para no llevarse a engaños ni
desengaños: que con harta probabilidad, para confeccionar una pancarta que
acabará, si exitosa, en lema de su nuevo país, tirará de selecciones como
«Unidad, libertad, trabajo» —que, por cierto, siendo la que mejor encaja con el
top 5, coincide con la de Zimbaue—, «Justicia,
patria, progreso», «Paz y pueblo»… y en este plan.
De continuar animado en ese mundo no
menos interno que internacional de la abstracción, no olvide poner un rato los
pies en la tierra, o al menos en el terruño, y buscar la compañía y el consenso
de vecinos bien avenidos. Es que parece que no, pero estas cosas suelen empezar
en la escalera de la corrala, el bar del barrio o el pilón del pueblo. Tiempo
habrá para transformar —lemas metafísicos mediantes— esos espacios tangibles en
que consiste un país, esto es, una geografía, en patrias fetén. Entre medias, recuerde
otrosí que habrá que construir siquiera los cimientos de un Estado. Una
trabajera tiene usted por delante.
Que le mantendrá en nebulosa los
límites entre los conceptos de país, nación, Estado y patria.
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