La Filosofía de la Historia se
esforzaba por hallar tendencias, patrones y constantes en el devenir colectivo
de la Humanidad, por ver de predecirlo. Ahí es nada. En la línea del fatalismo
reaccionario de La decadencia de Occidente (1918-1922) de Spengler, y
de la teoría cíclica de las civilizaciones desarrollada por Toynbee en Estudio de la Historia (1934-1961), el farmacéutico
Alexandre Deulofeu teorizó una Matemática
de la Historia de andar por su casa carlista. A tenor de su sucinta web, dijérase
que una Historia matemática, o circular, ha de estar fatalmente ligada a un
destino pero que muy previsible, de modo que la libertad sea en ella
coherentemente descartada como entelequia. Así que el postulado deulofeuniano según el cual «la humanidad podrá ser capaz, de
conocerlos, de alterar los propios ciclos» para «tender a organizarse bajo la
forma de una Confederación Universal de pueblos libres» es, por sobre su
carácter decimonónico o galdosiano,
profundamente contradictorio con su histórica geometría de escuadra y cartabón.
Expulsado el factor libertad de tales esquemas y ecuaciones, los
regímenes dictatoriales, que son la mayoría, resultarían acordes con las leyes
físico-matemáticas de la ahora llamada Teoría de la Historia; de donde las
democracias, esas excepciones, quedarían reducidas a una estupenda ficción. Resulta,
sin embargo, que las evidencias, medidas por ejemplo en movimientos
migratorios, muestran que la población mundial prefiere jugársela, saltando mares
y muros, para vivir bien en repúblicas parlamentarias (Alemania, Italia,
Finlandia, Irlanda, Austria, Islandia, Portugal…) o presidencialistas (Estados
Unidos, Francia…), bien en monarquías parlamentarias (Países Bajos, Bélgica,
Luxemburgo, Suecia, Noruega, Dinamarca, España, Reino Unido, Canadá, Australia,
Nueva Zelanda), organizadas todas ellas como imperfectos Estados del bienestar.
De modo que la ficción de la libertad (e incluso de
la felicidad) es preferible, para el común de los mortales, a la tiranía
física.
Bosquejados así
estos complejos asuntos, la política más realista resulta ser la política-ficción.
Desde mediados del siglo XX, una muy lograda fórmula para narrarla es el relato
more borgesiano, que no excluye su aquel de ensayo, incluso
bibliográfico, y de fantástica simetría. Acogida a tal modo, la subserie El
final de la cuenta atrás de Literaventuras, XI, se nucleaba en torno
a las constantes π y binomial en la política española de los siglos XIX-XXI, y
a la reflexión sobre el devenir temporal a que conduce una consideración
radical de la parodia.
Recuerden. O sea,
predigan:
XI,
6. El final de la cuenta atrás (1) (18-4-2015). 7: un procurador del Sacro
Imperio Romano Germánico (más conocido hoy por sus siglas UE) regala unos anillos
mágicos, o deuvedés, a un monarca que andaba de visita (2015); 6: teoría de la
parodia futura de Ataúlfo Marconi (Floritemas, 1987).
XI,
7. El final de la cuenta atrás (2) (21-4-2015).
5: los Espejismos (1934) de Zacarías Lerma como fuente de Marconi, y la aristotélica
indagación del literato Karl Marx sobre la parodia (1852).
XI,
8. El final de la cuenta atrás (3) (26-4-2015). 4: un proyector de pelis se
explica como puede (2015); 3: el texto parodiado es producido por el paródico (Marconi,
1958).
XI,
9. El final de la cuenta atrás (4) (2-5-2015). 2: una predicción marconiana
(h. 1978); 1: 1825-2025, o la constante π (es decir, PI) y el principio del binomio
real (Marconi, 1979).
XI,
10. El final de la cuenta atrás (y 5) (10-5-2015). 0: el Círculo
Historiográfico Marconiano y su discusión del Poema del Cid como texto
parodiado por, o creador de, un procurador del Sacro Imperio Romano Germánico y
su afortunada hueste.
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